El alma en un hilo

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Ambos estaban paralizados, en ese mismo instante no lograban pensar con claridad.

En su desespero Esteban gritó: —¡SÍÍ! ¡AQUÍ ESTOY!

Marcia le abrió los ojos a Esteban en forma de enojo y entre labios dijo desesperada: —¡Nooo! ¿Para qué hablaste?

—¡Aah, entonces ya entro! —contestó Hugo—.

—¡NOOO! ¡HIJO NO ENTRES POR FAVOR! 

Marcia estaba bastante ansiosa. Esteban le hizo seña de que se escondiera para abrir la puerta y poder salir él.

Así mismo hizo la pelirroja, unos segundos después Esteban abrió la puerta del despacho y encaró a Hugo.

—¡Hijo! —dijo más aliviado—.

—Papá, ¿Estás bien?

—Sí, sí, estoy bien ¿Por qué?

—Te noto como extraño... Y tampoco quisiste que entrara a tu despacho... ¿Qué pasa?

—Nada hijo, no pasa nada... solamente me estaba tomando unos tragos en el despacho y justamente cuando me llamaste ya iba a salir, por eso no quise que entraras. ¿Para qué me buscabas?

—Es que Esperancita me dijo que habías llegado junto con mamá y que preguntaste por nosotros, así que vine a buscarte para que supieras que ya estamos en casa... y por cierto ¿Dónde está mamá?

—Aah, Marcia se fue... se fue justo antes de que ustedes regresaran...

—¿Ya se fue? ¿Y por qué está su auto afuera? —interrogó Lucía—.

Tanto él como su hijo voltearon a ver a la joven que venía caminando hacia ellos.
Esteban otra vez se puso nervioso, sentía que en cualquier momento la situación se le iba a salir de control.

Y por otro lado, Marcia desde el despacho también estaba igual de nerviosa, estaba rogandole a Dios para que su exesposo pudiera sobrellevar la mentira y que sus hijos no los descubrieran. Ella sabía que los dos tenían que dar explicaciones si sus hijos se daban cuenta que les estuvieron mintiendo.

—¿Cómo así? ¿El auto de mamá está aquí? —expresó Hugo desconcertado—.

—Sí... Al principio cuando llegamos no lo vimos pero, lo acabo de ver ahora que salí a buscar mi cartera que había olvidado en tu auto. —dijo mirando a su hermano—.

—Lo que pasa es que, eh, el auto de Marcia se dañó, entonces ella tuvo que irse en un taxi.

—¿Qué le pasó al auto? —preguntó Lucía—.

—Sí, porque ese auto es nuevo. Ese se lo regaló Iñaki para su cumpleaños.
—agregó Hugo—.

—Realmente no sabemos todavía que daño tiene, no quiso prender, hicimos varios intentos pero nada... no sé qué pasó... —dijo Esteban—.

—Bueno, espero que mamá lo pueda arreglar. Yo me voy a mi cuarto. —dijo Lucía—.

—Sí, yo también... —contestó Hugo—.

—Hasta mañana hijos... —mencionó Esteban ya más tranquilo porque todo había salido como quería—.

Rápidamente entró de nuevo al despacho.

—¡Marcia! —exclamó suavemente—.

Marcia salió del lugar en que estaba y se acercó a él.

—¡Imbécil! —exclamó enojadísima y le dio una cachetada—.

Esteban quedó sorprendido y a la vez confundido, el pobre no sabía que estaba pasando, por qué la reacción de la pelirroja. Quedó perplejo.

—¿Y ahora que hice? —contestó sobandose la mejilla—. ¿Por qué me pegaste?

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora