Cuando no tienes salida

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[Horas antes]...

—Má, ¿te sientes bien? —le preguntó Lucía un tanto preocupada—.

—Sí, hija.... son simples mareos. —tomó agua de una botella—. El olor del coche me trae mal. ¡No lo soporto! —hizo un gesto de hastío—.

—¡¿Pero si huele espectacular?!

—Para mi no. Créeme, me huele mal, muy mal.

—¡¡Qué bebé tan imprudente!! —le tocó la panza—. ¡Hermano o hermana, te pido que no molestes a mamá! Hoy es mi graduación y no quiero inconvenientes, así que por favor, ¡¡Dúermete!!

Marcia rió y le respondió a su hija. —¡No lo regañes, Lucy! ¡Ellos escuchan todo!

—Claro que puedo. ¡Soy su hermana mayor!

—A ti no te gusta que Hugo te regañe, ves, eres igualita a él.

Ella se echó a reír y dijo.—¡Eso es diferente! Hugo me regaña por cosas insignificantes...

—¡¿Cuándo será el día que dejarás de pelear con tu hermano?!

—Jamás —rió— es nuestro "love language". Ay, Hugo es un pendejo, pero lo amo.

La pelirroja sonrió al notar como sus hijos habían aprendido a ser muy unidos y a quererse mucho. A pesar de su ausensia.

—Me encanta que se quieran tanto. Lo único que me preocupa es que, ustedes  siempre han estado acostumbrados a ser los dos y ahora, de la noche a la mañana tendrán otro hermano o hermana... Lucía, yo no quiero que excluyan a este bebé, a veces me da miedo que no lo amen tanto.

—¿Por qué piensas eso, mamá?

—No sé. Tengo una mente muy caótica.

—No, no tienes de qué preocuparte. Obvio que no lo vamos a querer.

—¡¡¿Cómo?!! —preguntó Marcia un poco alarmada—.

—¡Bebé, no te vamos a querer porque... ya te amamos mucho y siempre será así... —le volvió a tocar la panza a su madre sonriendo—.

—¡¡Me alcancé a asustar, Lucía!! —la joven comenzó a reírse—.

—Aunque viniste a ursurpar mi lugar, ya te perdoné hace rato y ahora te amo. Y estoy segura que tu hermano pendejo mayor también.

[...]

Mientras tanto Esteban se hallaba a las afueras de la universidad un poco desesperado por la tardanza de su hija.

[...]

—Señor, todo está bajo control.

—¿Ya llegaron?

—Únicamente él. Al parecer las está esperando.

—¡No te muevas de ahí!

—No, claro que no, señor.

—Vas a esperar pacientemente su llegada y por supuesto su salida. Tú sabes lo que debes hacer.

—Listo.

—Nunca está de más recordarte que necesito evidencias. Sin ellas no hay pago.

—Eso lo sé, señor. Es más, tengo a un carnal por aquí cerca que se va a encargar de tomarlas.

—¡Más te vale!  ¡Espero que la próxima llamada sea para que me comuniques que el trabajo está hecho!

—Así será, señor.

La llamada se cortó.

[...]

Finalmente Lucía llegó a su universidad junto a madre, que por cierto, ya sentía muchísimo mejor.
Esteban las vio llegar y respiró aliviado, realmente estuvo esperándolas veinte minutos.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora