Celos II

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Tanto Esteban como Verónica quedaron sorprendidos y confundidos con el comentario que lanzó Marcia.

El moreno no entendía por qué su exesposa había inventado semejante mentira. En ese mismo instante pudo notar como la cara de la mujer que acaba de conocer cambió por completo.

Verónica se veía decepcionada y a la vez  disgustada con él.
Realmente era de esperarse que hubiese reaccionado de esa manera, ya que de inmediato creyó en las palabras de la pelirroja.

—Esteban, ¿Eso es cierto? —lo cuestionó con un tono decepcionante—.

Al escucharla sintió tanta vergüenza de símismo que lo único que deseaba era que se lo tragara la tierra, a pesar de que estaba consciente que nunca había mentido.
Sin embargo, se sentía atado, si se defendía y decía que todo era una gran mentira después tendría que darle explicaciones a Verónica y Marcia quedaría como una mentirosa y dolida, y él francamente no quería eso para su exesposa, no quería dejarla en ridículo. A pesar de que en ese momento tenía ganas de descabezarla por haberlo dejado como un poco hombre no se perdonaría nunca humillarla y avergonzarla delante de alguién más.

Pero por otro lado, si se quedaba callado su silencio sería interpretado como un "Sí".

El pobre estaba en aprietos, no tenía ni idea qué diablos responder, sólo sentía mucha impotencia y rabia.
Marcia sólo los observaba a ambos de forma cínica, especialmente a su exesposo.

—Yo, yo... —sólo pudo articular esas palabras—.

—Ya me quedó todo claro Esteban... ¡Me mentiste! —expresó la pelinegra totalmente decepcionada y se fue—.

Él intentó llamarla para que no se fuera pero automáticamente se arrepintió prefiriendo dejar las cosas así.

Inhaló y exhaló profundamente para calmarse un poco porque estaba lleno de coraje... ¿Por qué diablos Marcia le hacía eso?... ¿Por qué siempre lo dejaba como el peor de los hombres?

—¡Ay, pobrecita muchacha! —exclamó la pelirroja con sarcasmo cuando la mujer se fue—.

—¡Tú y yo vamos a hablar! —contestó bastante enojado y la tomó con fuerza por el brazo llevándola con él—.

—¡Qué te pasa! ¡Suéltame imbécil!
—exclamó Marcia furiosa mientras iba caminando rápidamente atada a él tratando de safarse—.

—¡No te me vas a escapar! —respondió mientras la llevaba sujeta a él—.

—¡Me estás lastimando Esteban! —dijo mintiendo nuevamente, en realidad no era cierto, el moreno la estaba agarrando fuerte pero no hasta el punto de lastimarla—.

Esteban inmediatamente reaccionó y la soltó.

—¡Perdóname! ¡No fue mi intención lastimarte! ¡¡¡Pero tú y yo vamos a hablar seriamente y de aquí no te mueves!!!

—¡¿Quééé?! ¡¿Tanto te importa la flacuchenta esa?! —lo encaró llena de rabia—.

—Vamos a hablar afuera... —habló bastante impaciente—.

—Está bien. —asintió enojada—.

—Vamos para ese balcón... —señaló con su indice—. ¡¡Y no acepto un no como respuesta!! —mencionó muy serio, todavía seguía muy enojado con ella—.

Para ese punto las copas de champaña estaban haciendo cada vez más efecto en Marcia.
Ella comenzó a caminar totalmente enfadada hacia el lugar que el moreno le había señalado, y él decidió seguirle el paso también. La pelirroja venía caminando tan rápido que de repente pisó su vestido y al estar ebria su cuerpo no tuvo el suficiente equilibrio, así que se tambaleó bruscamente y Esteban al verla corrió y la sostuvo.
Por fortuna él venía detrás de ella e impidió que no terminara en el suelo.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora