Mi vicio y mi condena

¿Un caballero atrevido?

[Veinticinco años atrás]...

—Mi amor, ¿ya te llenaste? —preguntó el moreno sonriéndole—.

La castaña asintió con ademán y le sonrió.

—Pensé que comerías más. —afirmó llevándose su tenedor con pasta a la boca—.

Ella lo tomó de la mano propiciándole suaves caricias—. Te advertí que le dijeras a tu empleada que no me sirviera mucha pasta. ¿No lo hiciste, verdad?

Esteban se echó a reír y le guiñó su ojo derecho.

Marcia también rió. —Ya entendí, Esteban.

—Las pastas con camarones es de tus platos favoritos, pedí que lo prepararan especialmente para ti. ¿Cómo crees que iba a pedir que te sirvieran poco? —le besó su mano—. La idea era que te deleitaras tanto como pudieras, aunque, nunca me imaginé que lo fuera con tan poco.

La castaña sonrió de ternura al escuchar sus motivos. —Ay, ¿por qué siempre eres tan lindo conmigo?

Él se acercó a su boca y musitó. —Porque soy el mejor novio.

Ella rió dándole un pequeño beso y le contestó sarcásticamente. —No. No eres el mejor novio.

El moreno soltó una carcajada. —¿Por qué?

—Porque no le has brindado vino a tu novia. —aseguró haciendo una mueca teatral de tristeza—.

Esteban se echó a reír, esta vez un poco sorprendido. —¿Hablas en serio? ¿Quieres vino?

—Sí.

—En nuestra primera cita te lo ofrecí y me dijiste que no te gustaba y que no tomabas ningun tipo de alcohol.

—Sí, pero siempre hay una primera vez. ¿No es así?

—Así es. —asintió sonriente y la besó—. Por mi encantado de que compartas la botella conmigo. Créeme que se siente muy aburrido tomar una copa sin una buena compañía.

—¿Y yo soy una buena compañía? —lo cuestionó con ironía acomodándole su cabello—.

—No eres una buena compañía. —tomó la botella de vino tinto que reposaba sobre la amplia mesa y vertió sólo media copa—. ¡Eres la mejor, carajo! —exclamó entregándosela—.

Marcia le sonrió recibiéndola y lo besó. —A veces me parece increíble que me ames tanto.

Él le palpó su nariz y le contestó. —Tú te mereces esto y mucho más, Marcia.

Los ojos de la castaña se empañaron de lágrimas. Cada palabra y gesto del moreno la hacían sentirse muy afortunada. —Gracias por quererme tanto, Esteban. —respondió acariciando su rostro mientras sonreía—. Gracias por ser tratarme como me tratas... por ser tú. Mi amor por ti cada día crece más y más.

—El sentimiento es mutuo, mi amor. Llegaste a llenar mi vida cuando más lo necesitaba.

—Tú también... —una menuda lágrima se escapó de su ojo esmeralda—.

El moreno retrocedió un poco acomodándose en su diagonal asiento y expresó con emoción e ironía. —Señorita, Marcia Cisneros, ¿está consciente de que este momento será único e irrepetible en su vida?

Ella rió y asintió con su cabeza. —Es mi primera vez probando vino, espero que sea tan delicioso como tu rostro lo manifiesta cada vez que te veo tomándolo.