No me gustan las ordenes

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[...]

[Casa Lombardo]...

El reloj nocturno continuó andando sin parar y asismismo la celebración en la casa Lombardo. Eran aproximadamente las once de noche y ningun invitado se había marchado aún.

En medio de la velada, Esteban y Marcia se acercaron al detective Enrique quien se encontraba junto a su esposa. —¿Qué tal? ¿Cómo la están pasando? —les preguntó el moreno—.

—Excelentemente bien, Esteban. —respondió Enrique—.

—La comida estuvo muy deliciosa Marcia. Ay, ¿te puedo tutear? —agregó la esposa del detective—.

La pelirroja asintió sonriéndole. —Claro que sí. Acá entre nos, no me gusta tanto cuando la gente me habla de <<usted>>.

—Bueno, Marcia. Déjame decirte que me encantaría que me hagas una receta. ¡Qué delicia de menú, válgame Dios! Te felicito.

—¡Ay, muchas gracias! ¡Cuando gustes te la puedo hacer! Aunque los créditos no son sólo míos. Esperanza, la cocinera de la familia, también se esforzó muchísimo y fue mi mano derecha en toda la preparación.

—¡Me encanta! ¡Dale las felicitaciones de mi parte!

—Con gusto. —sonrió amablemente—.

—¿Y te falta mucho para dar a luz?

—Muy poco en realidad. Un mes prácticamente.

—Es un niño. —añadió Esteban—.

—¡Ay, qué emoción! —expresó la mujer sonriente—. ¡Muchas felicidades a los dos!

Marcia y Esteban agradecieron sonriendo.

—Estoy tan satisfecho de ver que al final pudimos cumplir con el objetivo y ahora que estás libre, Esteban. —afirmó Enrique—.

—En parte gracias a ti, Enrique. —le contestó él dándole la mano—.

[...]

Celia empezó a sentirse un poco cansada y le pidió a Hugo que la llevara de vuelta a su casa. 

—Mi amor, mañana nos espera un largo día laboral y ya sabes que vivo bastante retirado de aquí. 

Él acarició su cabello y asintió. —Sí, entonces iré a buscar las llaves del coche para irnos.

—Antes de irme, me gustaría despedirme de tus padres.

—Listo, están allá... —los señalo—.
Vamos.

El moreno y la pelirroja se hallaban conversando, aunque en ese momento, junto al abogado Rodrigo y su novia. Platicaban específicamente de los pros y contras del mundo del espectáculo.

—No, mi amor. —lo detuvo sonriéndole con timidez—. Mejor ve a buscarlos y los traes aquí.

—¿Por qué?

—Es que me da un poco de vergüenza ir hasta allá e interrumpir su entretenida conversación.

—Está bien.

[...]

—Hola, una disculpa Rodrigo. —llegó Hugo hacia ellos—. Mamá, papá, ¿pueden venir un momento conmigo, por favor?

Ellos asintieron.

—Volvemos de inmediato. —expresó Marcia mirando al abogado y a su pareja—.

—Una disculpa. —agregó Esteban—.

—Para nada, vayan tranquilos. —dijo Rodrigo—.

[...]

—¿Qué sucede, hijo? —preguntó ella—.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora