Verdad oculta

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[...]

[Noche, casa Lombardo]...

-¡Hogar, dulce hogar, hemos llegado a ti! -mencionó el moreno cerrando la puerta de la mansión-.

-Me da la impresión de que Hugo no está. ¿Habrá salido? -se cuestionó reparando la sala-.

-Puede ser, o de pronto está en su recamara... ¡Hugo! ¡Hijo! -gritó un poco fuerte -.

-No, no contesta. Lo más seguro es que haya salido.

Esteban se sentó en el sofá y Marcia se acercó a él preguntándole. -¿Estás cansado? -le sonrió-.

Él también le correspondió con el mismo gesto e hizo un ademán con su cabeza. -Más o menos, el día estuvo muy movido.

La pelirroja asintió acortando su distancia y repentinamente se sentó en sus piernas y él quedó un tanto asombrado encarándola con gestos de confusión.

-¿Peso mucho? -le sonrió acariciándole su rostro con suavidad-.

Esteban rió y le dijo irónicamente. -No, para nada.

-Mentiroso... -se echó a reír- he aumentado muchísimos kilos...

-Lo normal en tu estado...

-Hoy fue un día muy especial a tu lado, gracias... -afirmó ella acomodándole el cabello y él le sonrió-.

-La sensación es mutua...

Marcia intentó levantarse pero, el moreno la atajó.

-Te aseguro que mis piernas todavía pueden contigo y mi hijo.

La pelirroja medio rió y le contestó. -No es mi culpa si mañana amaneces molido.

- Tranquila, yo asumo las consecuencias de mis decisiones.

-¿Me podrías ayudar a quitarme las zapatillas, por favor?

Él asintió y procedió a desajustarlas.

-¿Es normal que tengas lo pies así? ¿Hinchados?

-Es porque estuve caminando muchísimo hoy, y las zapatillas son un poco altas.

-Ya no deberías usar ese tipo de calzado, no te hace bien.

-Es cierto, ya tengo seis meses y no debo. Por eso, hoy precisamente compré unas más bajas. A propósito, te advertí en más de una ocasión que te estabas excediendo con las compras para el bebé pero, no me hiciste caso.

-¿En serio? Para mi no fue demasiado, es un ser humano, necesita ropa.

Marcia rió y le dijo. -Es un ser humano que todos días va a crecer por lo menos durante su primer mes y no va a alcanzar a probarse todo. ¿Ya no te acuerdas que con Hugo nos pasó eso? Bueno, éramos padres primerizos e ignorábamos muchas cosas.

-Es que yo me siento como si fuera padre primerizo, te lo juro...-rió- han pasado tantos años, bueno, Lucía tiene veintidós, ¡imagínate!

La pelirroja le sonrió y le contestó. -Te comprendo, a veces de repente también me siento así.

Ambos estuvieron en silencio por un par de segundos y de pronto, ella se acercó lentamente a su boca y comenzó a besarlo. No era beso apasionado, al contrario, muy dócil.

Cuando se despegó de sus labios le preguntó susurrándole. -¿Aún te duele la espalda?

-No, ya no.

-¡Qué lástima!

-¡¿Lástima?! -le refutó desconcertado-. ¿Acaso no te alegras de mi bienestar?

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora