Añoranzas y decisiones

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[Esa misma madrugada]...

[3:00am]...

P.O.V. Esteban

Después de varias horas por fuera, finalmente llegué a mi casa y de inmediato subí por las escaleras tratando de coordinar mis torpes movimientos para dirigirme hacia mi recamara.

Cruzando por la puerta, completamente ebrio y tambaleándome un poco, mientras me desajustaba la corbata, me tiré sin peros sobre la cama.

Estando allí clavé mi mirada borrosa hacia el techo, y a la vez mi cabeza daba vueltas y vueltas como si estuviera una típica montaña rusa.

Pero ojalá y eso fuese lo peor.

Lo realmente tortuoso e infernal era que a pesar de no estar lo suficientemente consciente como acostumbraba, aún seguía entrometiéndose en mis pensamientos.

Ya hacía poco más de un mes desde que decidí no volver a buscarla y ni mucho menos rogarle.
No lo niego, me dolió muchísimo desprenderme de Marcia y para ser honesto, me sigue doliendo.

Pero, por otra parte, estoy lleno de coraje con ella. Siento rabia por la forma en cómo me abandonó y especialmente, por no haberle apostado un peso a lo nuestro.
Sin embargo, muy por encima de todo mi sufrimiento, la amo.

La amo, la amo, la amo con locura y para mi desgracia, seguirá siendo así cada maldito segundo de mi miserable y solitaria vida.

¡Aunque no sé por qué diablos me sorprendo!

Si me fue imposible superarla en esos terribles veinte años en donde estuvo presa de su libertad y de alguna u otra manera, yo de la mía.
Si no lo logré el día que mi hija me confesó que se casaría con otro hombre.
Si tampoco fui capaz de hacerlo aquella noche encerrado en mi despacho, ardiendo de dolor, bajo el efecto de incontables tragos de whiskey en mis venas y sabiendo que se había convertido en la esposa de otro. Ese que la tocaría precisamente esa misma noche y no yo.

Si no he podido esfumarla de mi mente, de mi cuerpo y de mi espíritu, después de todos esos insufribles acontecimientos, menos lo haría en unas efímeras seis semanas.

Aunque quisiese, no podría. Y digo "quisiese" porque en realidad, si alguien me pregunta en este preciso instante que si deseo olvidarla, le diría que no. Me rindo absolutamente ante este sentimiento.

Me corazón se niega a toda costa a querer dejar de amarla. Y todavía no entiendo el porqué, si ella también me ha dañado y me ha destruido. Francamente no me comprendo. ¿Por qué quiero seguir siendo tan masoquista?

Ojalá y tuviese la respuesta.

Sólo sé que ya no deseo olvidarla. Estoy cansado de seguir peleando contra ese sentimiento. Ya no quiero no quererla.

Marcia Cisneros fue, es y seguirá siendo mi mujer, por el resto de mi vida. Es la madre de mis dos hijos y siempre será la única en haberme privilegiado con el título de padre.

Quizás jamás se lo he dicho pero, yo vivo orgulloso de compartir con ella esos dos preciosos hermosos seres humanos. En cambio, para mi infortuna, estoy seguro de que para ella ha sido la peor decisión que pudo haber tomado.

La adoro con devoción, la añoro desesperadamente, la deseo, la deseo con un instinto animal que me sobresalta. Incluso, ahora siento que la necesito más, que necesito acariciar su cuerpo, besarla y estrecharla junto a mi.

Muy probablemente porque antes de descubrir sus verdaderos sentimientos hacia mí, me había acostumbrado a su desprecio y rechazo.
Además, porque durante esos veinte años, todo el tiempo que estuve sin ella, supuse que me estaría odiando con el alma, que estaría maldiciendo mi existencia cada día de su amarga vida y por supuesto, que ya no me amaba.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora