Cuando menos te lo esperas

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[Hacienda, Nuevo León]...

[6:00 pm]

—¡Sean bienvenidos a mi humilde hogar!
—mencionó Tatiana, la dueña de la propiedad—.

—¡Ni tan humilde, querida! —dijo Mariana—. Tú no me habías hablado de esta hacienda...

—Es que apenas la compré hace poco, por eso los invité ahora.

—Está muy hermosa, gracias por recibirnos. —agregó Esteban—.

—Aah Esteban, ¿Es que tú hablas? —todos rieron—. No me prestes atención —le sonrió—.  Es que nunca dices nada y a mi me encanta bromear.

—No te preocupes. —rió—. Ya te voy conociendo.

[1 hora después]...

Todos estaban reunidos en el comedor cenando frente una fogata.

—Bueno, como les decía, hoy ha sido un día bastante agotador, creo que lo mejor es dencansar por esta noche y mañana podemos dar un paseo en caballo, y disfrutar de la hacienda haciendo otras actividades... claro, si están de acuerdo...

A todos les pareció muy buena idea.

—¡Buenas noches! —llegó repentinamente una persona—.

—¡¡Vero!! —Tatiana se levantó y fue a saludarla—. Pensé que ibas a llegar un poco más tarde...

—Pues, apenas me avisaste salí corriendo para acá, tú sabes que yo estoy encantada con este lugar...

Marcia al ver otra vez a la mujer sintió mucha vergüenza, y apartó la mirada.

Verónica se acercó al comedor a saludar a los presentes.

—¿Qué tal Marcia? —la saludó sonriente—.

—Muy bien y ¿Tú? —le contestó un poco apenada—.

—Bien bien... Y tú... Esteban, ¿Cómo estás?

—Muy bien, gracias... —dijo él un poco tensionado y avergonzado también—.

Después de haber terminado de cenar los empresarios se reunieron en la sala, allí platicaban muy a gusto tomando vino.

—Esteban, podemos hablar un momento, por favor... —dijo Verónica e inmediatamente todos pusieron su atención en ellos—.

Sí... —asintió—.

Realmente se sintió un tanto incómodo con los demás, pero sobre todo porque estaba Marcia. Sin embargo, no podía hacerle un desplante a la morena, ante todo era un caballero y una persona amable.

—Acompáñame, por favor. —expresó la mujer levantándose del sofá y se dirigió hacia la entrada de la alberca—.

Él se levantó y volteó a ver a Marcia. Aunque ella disimulaba muy bien, esa mirada que le lanzó decía todo, en su mirada habitaba dolor y quizás hasta rabia.

Esteban dejó de mirarla y le siguió los pasos a Verónica.

Para la pelirroja esa escena no fue para nada agradable, aunque lograba fingir bastante bien una serenidad que no poseía.
Por dentro sentía que la sangre le hervía, principalmente porque estaba conciente de que esa mujer tenía otras intenciones muy obvias con su exesposo.

Después de varios segundos, no aguantó más y se levantó también de la reunión.

—Me disculpan, voy al baño.

[Baño]...

—¡Ya! Deja de ser tan estúpida. Él también tiene derecho a ser feliz con la mujer que le plazca y eso tú lo sabes perfectamente.
—se recriminaba símisma llena de coraje—.
¡¡Dios mio!! —exclamó entre dientes totalmente frustrada—. Quisiera odiarlo, despreciarlo o simplemente no sentir nada pero no puedo... —un par de lágrimas se reflejaron en su rostro—. Cada día siento que lo quiero más y más... y me odio por esto, me odioooo.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora