Poner las cartas sobre la mesa

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[Día siguiente]...

La noche anterior había sido muy infernal.
Marcia no encontraba la paz que necesitaba. Y su sistema nervioso estaba disparado, algo muy común en ella en los últimos días.   

Varios asuntos la tenían bastante inquieta. Principalmente, el hecho de que Iñaki le hubiera mentido y cómo carajos le iba a confesar su verdad viéndolo a cara.

Aunque, francamente lo segundo era lo que más le atormentaba.

El contemplarse la idea de que su esposo quizás  le había mentido porque estaba con otra mujer ni siquiera le generaba ningún de celos o dolor. Lo más curioso es que ella no se sorprendía porque para ser honesta, sabía perfectamente el porqué de su reacción. No amaba a Iñaki, y nunca lo había hecho.

Por él solamente pudo lograr sentir un gran cariño y un inmenso agradecimiento. Hasta cierto punto llegó a confundir aquellos sentimientos con "gusto o un leve enamoramiento" y por esa razón, decidió casarse con él.
Pero cuando Esteban Lombardo, su exesposo y padre de sus hijos, entró nuevamente a su vida, absolutamente toda creencia en ella acerca de sus sentimientos amorosos se desmoronó por completo.

Aunque francamente, la pelirroja siempre supo que no lo amaba.
A pesar de que aparentemente se encontraba feliz, plena y realizada en su matrimonio era consciente de que no sentía amor por su esposo. ¿Por qué lo sabía? ¿Qué la hacía pensar que esa manera?

Sencillo, con Esteban sí que había experimentado el verdadero significado de AMAR a alguien, y ella notaba perfectamente la diferencia.
Con el moreno las cosas habían muy sido distintas.

Empezando porque con el español jamás percibió esa sensación de querer salirsele el corazón del pecho cuando lo veía.
Tampoco aquella vibración intensa con tan sólo el mínimo roce que él le propiciaba. La forma de sentirse en la cama, de saborear sus besos suaves y a la vez tan candentes.
Todo eso, exclusivamente logró experimentarlo con un único hombre, ese mismo que le enseñó qué es el amor.

[...]

—¡Marcia! ¡He vuelto! ¿Estás aquí? —exclamó Iñaki un poco fuerte caminando al rededor del departamento—.

Ella se encontraba en su recamara leyendo para tratar de calmar su ansiedad.
Cuando escuchó su voz, sintió un corrientazo que la tensionó. Marcia, se bajó con rapidez de la cama y se fue hasta la sala.

—¡Ah! ¡Pensé que no estabas, mi amor! —le sonrió acortando su distancia con ella y le dio un pequeño beso en la boca—.

—Estaba... —tragó en seco— estaba leyéndome un libro... ¿Cómo te fue en tu viaje de trabajo? —le preguntó muy sutilmente con un tanto de ironía y a la vez con una sonrisa fingida—.

—Excelente, muy bien... ¿Y tú cómo estás? —la cuestionó también sonriente—.

—Yo, embarazada, para empezar... —le respondió mentalmente, luego tomó una bocanada de aire y le contestó—. Yo, igualmente...

—¿Pasa algo, Marcia?

—¿Por qué lo dices?

—Porque te veo algo inquieta... ¿Hay algo me que deba saber?

—No, para nada. Estoy tranquila.

—Vale, si tú lo dices... —asintió él muy convencido—. Yo iré a dejar mis cosas en nuestra recamara...

—Sí, está bien... —dijo ella entre dientes y su esposo se dirigió hacia la habitación—.
Muy pronto tendrás que dar explicaciones de tus mentiras, así como yo de las mías... —murmuró Marcia cuando se vio sola—.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora