Despedida

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Habían transcurrido varios días. Esteban buscaba de mil formas tener un contacto con Marcia. Después de lo mal que habían quedado ella no respondía sus mensajes, ni sus llamadas, es más, al parecer lo había bloqueado de todo para que él no insistiera más.

"El número que usted ha marcado se encuentra fuera de servicio". —¡Maldita sea! —exclamó tirando su celular impaciente y lleno de coraje—. Estás cumpliendo tu palabra Marcia Cisneros. Pero, yo no me voy a dar por vencido, así que todavía no cantes victoria.

—¿Ahora resulta que hablas solo, Lombardo? —dijo alguien entrando a su oficina—. Definitivamente los años no llegan en vano.—rió y se sentó frente a él—.

—¡Mira quien habla! —respondió Esteban sonriendo—. Te recuerdo que eres más viejo que yo. Mejor dicho, el día que yo nací tú estabas en Monterrey sacando el documento de la mayoría de edad, compadre.

Gaspar, su querido compadre, así como el moreno lo llamaba soltó una carcajada y le contestó. —¿No pudiste aumentarme más la edad? Ese día apenas cumplía un mes de haber llegado a este maravilloso y torturante mundo.

—¡Sí que es torturante! —expresó y suspiró un tanto cabizbajo—.

—¿Y eso? ¿Te pasó algo, Lombardo? —le preguntó Gaspar frunciendo el ceño—.

—Más bien pregúntame qué no me pasa...

—¡Habla hombre! Para eso soy tu compadre y amigo. —enfatizó el empresario con un acento muy norteño—. ¿Con qué tienes bronca?

—Ojalá y fuera con algo. Ando peleado con tu comadre y no quiere saber más nada de mi.

—¡Ay, Dios mio! —Gaspar inhaló y exhaló de un sólo golpe—. Esteban, Esteban, querido amigo, ¿Todavía sigues empecinado en ese jueguito con Marcia?

—No es un juego, esto más serio de lo que crees.

—A ver, ustedes no se cansan de estar peleándose todo el tiempo, maduren por favor. —dijo un poco impaciente—. Además, tienen dos hijos en común, deberían, no deberían —se corrigió— deben llevar la fiesta en paz por ellos. Mira, te lo he advertido varias veces... —lo señaló—. Cuántas veces no te he dicho; deja a Marcia tranquila, ella ya está casada, si decidió casarse con otro es porque ya no le interesas, Esteban, si sigues con esa idea vas a salir lastimado... ¿Te lo he dicho o no? —el regiomontano comenzó a regañarlo—.Y precisamente porque soy tu amigo te digo todo esto para ver si por finnn recapacitas.  ¡De verdad no entiendo por qué sigues tan aferrado si ella te rechaza!

—Eso es lo que tú crees, que ella me rechaza... —rió Esteban con ironía y a la vez con melancolía—.

—A ver... a ver... ¿Qué me estás queriendo decir? ¿Marcia te corresponde? —preguntó bastante sorprendido ante la confesión de su más íntimo amigo y socio—.

—¡Un caballero no tiene memoria! —respondió el moreno con una sonrisa cínica—.

Gaspar rió y le contestó dándole un pequeño manotón. —¡Eres un bandido!

Esteban también se echó a reír y mencionó. —¡Corrección! No soy un bandido, soy un hombre enamorado...

—Y yo aquí como un payaso creyendo que eras un enfermo obsesionado que no la dejabas vivir en paz. —ambos rieron—.

—¿Pero en qué momento ocurrió todo? —lo cuestionó todavía muy boquiabierto—. Hasta donde sé ella te detestaba, te odiaba... —alzó los hombros y abrió sus manos como pidiendo una explicación—.

—Conformate con saber que todo inició en el viaje de Monterrey, aquella noche en la hacienda... Ya, solté mucho la lengua...

—¡Con razón! ¡Ahora entiendo! —agregó Gaspar con una sonrisa pícara—. Ahora entiendo por qué se te pegaron las sábanas esa mañana que fuimos a montar... —le guiñó el ojo— ¡¿Les rindió, no?!

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora