El dolor de quitarse la benda

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—¡Dios! ¡Estoy perdido! —exclamó casi sin aliento y un par de lágrimas cayeron en sus morenas mejillas—.

—¡No, papá! —lo tomó por sus hombros haciendo que Esteban lo encarara—. ¡Tú vas a salir de aquí! ¡Hay que luchar hasta el final! —expresó el joven secándose su rostro húmedo—.

—¡¿Cómo hijo?! Que Eventos Mágicos quisiera negociar era mi única esperanza...

—Hay que encontrar a Verónica...

—Hoy es jueves, se supone que debía reunirme con el detective, ya que no puedo hacerlo, por favor, hijo, hazlo por mi. Coméntale mi situación y dile que comience a buscar a Verónica cuanto antes y que no abandone lo de Iñaki.

—¿A qué hora ibas a encontrarte con él?

—Siempre lo hago junto a Marcia en hora de almuerzo. Pero como ya es medio día y estás aquí conmigo, cuando salgas pídele que se reúna contigo, exponle mi caso y le dices que puede iniciar su búsqueda en el bar donde Celia asegura haberla visto. Quizás ella frecuente ir por allá.

—¡Qué buena idea, papá! —le sonrió animándolo—. Hoy me pongo en contacto con el detective. Es más, desde esta misma noche me encargaré de ir por ese bar para tratar de buscar información.

—Gracias, hijo. —asintió cabizbajo—. ¿Y Marcia? ¿Cómo está?

—Eh, mi mamá, bien, está bien.  —le contestó apartando su mirada—.

—¡Me estás mintiendo, Hugo! ¡Te conozco! Tu madre no está bien, ¿cierto? —le preguntó preocupado—.

—No, se la pasa inquieta. Lleva dos días que no cena casi nada, yo siempre trato de tranquilizarla y le pido que cene, sin embargo, es muy terca. Sigue igual.

—Me lo imaginé, Marcia es muy ansiosa. —asintió moviéndose impaciente—. Me preocupa su salud y ahora que se entere que mi situación cada vez empeora más... ¡No quiero ni pensar cómo se pondrá! 

—Ella se moría de ganas por venir a visitarte, pero ya sabes que solamente se permite una persona, era importante que viniera a informarte acerca de lo que hablé con el presidente de Eventos Mágicos.

—¡Ese infeliz! ¡Que le costaba negociar! —golpeó los barrotes lleno de frustración—. ¡¿Le dijiste que lo recompensaríamos con una gran cantidad de dinero por los daños ocasionados?

—Sí, ¡todo eso le dije, papá! También que el fraude fue provocado para dañarte a ti y a la empresa, que estamos buscando al responsable, le supliqué que te diera su voto de confianza, todo eso hice. Y si vieras su cara, se le notaba que lo disfrutaba, en fondo siento que le complace el hecho de verte encerrado.

—Hugo, finalmente este es un mundo de negocios. No es por alardear pero, en nuestro mercado, Lom-Ent es la empresa número uno de esta ciudad, muy por encima de Spectacles y Eventos Mágicos. A la larga, a él le conviene que yo esté aquí metido y que quedemos en banca rota.

—Tienes muchísima razón. Por eso se alegra ese infeliz.

—¿Y Lucía sabe que estoy detenido?

—No. Todavía no le he contado nada y estoy seguro de que mamá tampoco. Créeme que si lo supiera ya estaría de regreso.

—Mejor que lo ignore. No quiero arruinarle ese viaje que tanto deseó.

—¿Y tú cómo te sientes? —lo cuestionó Hugo—.

 El moreno suspiró y le respondió a su hijo. —Estresado, ansioso. A veces con la esperanza de que todo se va a solucionar y otra veces lleno de pesimismo. Extraño mi casa y a mi familia.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora