Cosas que nunca te dije porque no estabas

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[Lunes, Spectacles]...

[...]

—Tía, desde mi punto de vista, las ideas de los nuevos diseños están buenas, pero, acá entre nos, las siento un tanto tradicional... nada innovador... 

La pelirroja tenía su mirada fija en la ventana.

—Marcia, ¿qué opinas tú?

Ella no la oyó, seguía ida en sus pensamientos.

—¡Marcia! ¡Ya me di cuenta que estoy hablando con las paredes de esta oficina!

—¡Aahh! —reaccionó volteándola a ver—. ¿Qué me decías, Alba?

—¿Cuántos minutos de mi vida he desperdiciado contigo aquí? —rió—. ¿Te pasa algo? ¿Por qué estás tan callada?

—No... sólo estaba pensando en la próxima reunión del nuevo proyecto.

—Aah, vale...

—¿Qué me estabas diciendo?

—Te decía que me parecen buenos los nuevos diseños, sin embargo, los veo medio tradicionales, poco innovador.

—Sí, pienso lo mismo que tú. Pero no es nuestro terreno, en realidad es asunto de los directores del proyecto. Al fin y al cabo, ellos son los que deciden aprovarlos. —expresó con un semblante decaído—.

—Marcia Cisneros, a ti te ocurre algo... —la encaró la española un poco seria y tomó asiento—. Vale, —hizo un ademán afirmativo con su cabeza— si no me lo quieres contar está perfecto. No te voy a presionar.

—No me siento bien... —cerró sus ojos y recostó su espaldar en la silla—.

—¿Físicamente? ¿O mentalmente?

—Mentalmente...

—¡Déjame adivinar! ¡¿Esteban Lombardo?!

La pelirroja asintió.

—¿Y ahora qué te hizo?

—Hace varios días tuvimos una fuerte discusión y ahora no me determina...

—Muchísimo mejor para ti ¿no?

—Sí, pero... eso me duele... —sus ojos se empañaron y empezó a inhalar y a exhalar para no llorar delante de su amiga—.

—Marcia, corazón... —le contestó ella sintiendo compasión—. ¿Por qué sigues empecinada con ese hombre? Te lo he dicho tantas y tantas veces, estar atada a Esteban no te hace bien. ¿Acaso no te cansas de sufrir?

—Yo lo sé, yo lo sé... yo todo eso lo sé... —afirmó desesperada— Pero yo lo amo... —dejó de luchar contra su emoción y se quebró entre lágrimas—. A pesar de todo, yo lo amo... y estoy cansada de fingir que no me rompe su indiferencia, que no me lastima darme cuenta que ya no es el mismo conmigo... que no trata como antes, es que ni siquiera me quiere cerca...

—¡Ay, tía! —la española la tomó por su mano como señal de consuelo—. ¿No quedamos en que tú no lo ibas a perdonar? Yo te escucho hablar y me da la impesión de que querías volver con él...

—Si te soy sincera, alcancé a contemplar la posibilidad de darle el beneficio de la duda sobre su versión de lo que pasó con Verónica hace un par de meses. Y de repente llego a su casa y me encuentro con que está encerrado con ella en el despacho, sin importarle que yo podía llegar en cualquier momento.

—¡¿Es en serio?! —preguntó Alba asombrada—.

—Sí, y lo peor es que se atrevió a sostenerme que él no tenía, ni nunca había tenido nada con esa mujer, ¡¿puedes creerlo?! Así como me mintió afirmándome esto, fácilmente pudo hacerlo también con lo de las "evidencias falsas" de la reserva del hotel y las fotos.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora