Celebración II

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Efectivamente, los jóvenes Lombardo fueron directo hacia la pista y cuando los músicos dejaron de tocar, Hugo invitó a su madre a seguir bailando y Lucía hizo exactamente lo mismo con Esteban.

—Mamá, ¿Me concedes el honor de bailar contigo? —le preguntó sonriéndole tiernamente—.

A Marcia le enterneció el hermoso gesto de su hijo y le contestó. —¡Ay, claro que sí, mi vida! ¡Yo encantada de que un chico tan guapo me haya invitado! —le dio un beso y lo abrazó—.

—Disfrútala, Hugo. Yo iré al bar... —agregó el español—.

[...]

—Lo siento Verónica... —se metió entre el medio de los dos logrando separarlos y le sonrió a la pelinegra—. Te voy a robar a mi papá por unos cuantos minutos. Pá, quiero bailar contigo...

Esteban rió y le respondió incrédulo. —¿Es en serio? ¿Mi hija quiere bailar conmigo?

—Por supuesto, señor. ¿Por qué se le hace tan extraño? —preguntó Lucía y Verónica sólo se limitó a sonreír yéndose hacia su mesa—.

—Dejaste de querer bailar conmigo desde que cumpliste quince años. La última vez fue en tu fiesta. Ya tienes veintidos y de repente sales con esto.

—Bueno. ¿Quieres bailar conmigo sí o no?
Si no lo haces, me voy a resentir mucho.

—¡Cómo crees! —la abrazó y comenzaron a bailar—. Yo jamás te rechazaría. Y mato al que se atreva a hacerlo. —Lucía soltó una carcajada—. Nadie me hace sufrir a mi hija y no lo estoy diciendo en broma. ¡Eehh!

—No digas dispatarates, papá. —ambos rieron—.

En eso, ella volteó a ver su hermano y le hizo una señal de que se acercara más. Hugo la captó rápidamente y poco a poco iba buscándole el lado a Esteban y Lucía.
Por otra parte, la joven estaba haciendo exactamente lo mismo.

Cuando ya estaban los cuatro muy cerca Lucía habló en un tono fuerte para que la pelirroja y Hugo escucharan.

—¡Qué coincidencia! ¡Hugo, tú también bailando con mamá!

—Sí, al parecer estamos conectados. —afirmó él tratando de parecer sorprendido. Aunque, en realidad era malísimo para fingir—.

La pareja de exesposos no mencionó ni una sóla palabra.

—¡Ay! ¿Saben qué? ¡Deberíamos hacer un cambio de pareja! —dijo la joven muy emocionada—.

—¡Es una buena idea, enana! —expresó Hugo soltando a su madre y de inmediato tomó a su hermana—.

La pelirroja quedó estática procesando lo que acababa de ocurrir, es que realmente todo había sucedido en un abrir y cerrar el ojos. Hace unos segundos se sentía muy cómoda bailando con su hijo y de repente, ahora debía hacerlo junto a ¿Esteban?

Su reacción fue caminar con velocidad para irse a sentar a su mesa y el moreno por impulso la persiguió.

—Por lo menos sopórtame lo que resta de la canción. ¡Yo no muerdo!

Ella volteó a verlo con antipatía y se le acercó.

—Es cierto, no muerdes. ¡Eres peor que un animal! —él se echó a reír y procedió a sujetarla por la cintura con un tanto de brusquedad—. Que te quede claro que si voy a bailar contigo es porque no quiero darle explicaciones a mis hijos del por qué no quise hacerlo. —le recrinimó ella con prepotencia—.

—Que te quede claro que si te insistí, es porque tampoco deseo responder un interrogatorio de mis hijos, sobre todo de Lucía. —le sonrió con altivez—.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora