Las mieles de la convivencia II

796 51 184
                                    

[...]

[Noche, casa Lombardo]...

Marcia, Esteban y sus hijos se encontraban cenando.

—Queridos padres, aprovechando que están los dos aquí reunidos, digamos que por azares del destino, —dijo con ironía—les informo que he decidido irme de vacaciones a Canadá por un mes. Quiero respirar otro ambiente y repensar mi vida ahora que he logrado graduarme  para cuando regrese poner en marcha todos mis planes.

—Me parece bien, no tengo problema con eso... —agregó Esteban mientras tomaba de su copa de vino—.

—Tan lindo mi papá, ¿me imagino que ya tienes claro que me vas a patrocinar el viaje?

—¡¿Cómo?! ¡¿No se supone que cuando te graduaras ibas a ser una mujer independiente?! —la cuestionó con ironía—.

Hugo soltó una risa burlona y Lucía lo malmiró.

Marcia por su parte seguía comiendo sin emitir una sóla palabra. No quería entrometerse en la conversación de su hija con su exesposo.

—Claro que sí, lo que pasa es que... —se levantó de su asiento y caminó hacia Esteban, le dio un beso en su mejilla y luego agregó— apenas hace dos días me convertí en una profesional y tristemente, aún estoy desempleada. Y bueno, para nadie es un secreto que tengo al padre más maravilloso y complaciente del mundo, uno que jamás dudaría en hacerme feliz y por eso, él me pagará en el viaje... —afirmó abrazadándolo—.

—Con esa descripción te aseguro que mi ego se ha elevado más que las piramides de Teotihuacan. —respondió el moreno bromeando y Marcia medio sonrió—.

Lucía volteó a verlo y le hizo un puchero.

—¡Está bien! ¡Pero con una condición!

—¡¿Cuál?! —preguntó ella sonriente—.

—Que me traigas un imán de la Hoja de Arce para pegarlo en el refrigerador.

—¡¡Ay, papá!! ¡¡Por Dios!! —expresó Lucía riendo—.

—¡¿Qué tiene de malo?! —rió—. Siempre he querido ver ese adorno en el refrigerador de esta casa.

—¡Tú la consientes mucho, papá! —agregó Hugo con un poco de celos—. Ya no tiene ocho años, ¡¿ya se graduó, no?! Debería ponerse a buscar un trabajo.

—¡¡Ay, cállate, pendejo!! —le contestó Lucía disgustada—.

—¡No se peleen, por favor! —exclamó Marcia rompiendo su silencio—.

—¡Él es el que comienza, mamá!

—Solamemte digo la verdad, pareces una niñita mimada y tú, papá... —encaró a Esteban un poco serio— no deberías prestarte para sus caprichos. ¡A mi nunca me has regalado un viaje de semejante magnitud!

—Hijo, no hables como si yo tuviera preferencias... jamás te he dado un viaje internacional porque nunca me lo has pedido y Lucía es primera vez que lo hace... —le dijo de forma fragil, él sabía que su hijo se estaba sintiendo excluido—. Y en cuanto a lo de italia, ya conoces las razones de mi decisión...

—Lo sé, papá. No te sientas mal, yo comprendo perfectamente lo de italia. Y no pienses que siento celos de Lucía, es simplemente que no me parece correcto tanta complacencia.

—¡¿Pero por qué eres tan metiche, Hugo?! ¡¿Acaso eres quien me va a dar el dinero?! ¡¡Me voy a canadá y soporta!!

—¡¡Yo no hablo con niñitas caprichosas!!

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora