Una conversación inevitable

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[Día siguiente]...

Verónica se hallaba dentro de su celda llena de pánico y muy desesperada. La visita del abogado de Esteban había logrado que confesara absolutamente toda la verdad.

Sabía que no iba a ser para nada fácil volver a ser libre. Sin embargo, confiaba en su poder adquisitivo, en sus influencias y... ¿por qué no? en su belleza.

Ahora su principal objetivo era salir de aquel hueco en donde se encontraba. Salir sí o sí, costara lo que costara.

—Buenas tardes. —escuchó de repente una voz femenina—.

Ella giró su cabeza y al enfrentarse con quien sospechaba, rió con ironía.

El guardia abrió la celda y se marchó. 

—Bueno, francamente no me sorprende que ni siquiera me brindes el saludo. —le contestó con ironía entrando al recinto—.

—¿Qué quieres, Marcia Cisneros? —la interrogó levantándose de su dormitorio—.

—Hablar contigo, Verónica. —afirmó encarándola incisivamente—.

La pelinegra medio rió irónicamente y se encogió de hombros. —¿Sobre qué?

—No te hagas la imbécil, muchachita. Sabes perfectamente que esta conversación nos la debíamos desde hace mucho tiempo.

—Para tu información, no soy ninguna muchachita, eh. —le refutó también seria—. Soy una mujer al igual que tú, querida.

Una sonrisa mordaz se dibujó en el rostro de la pelirroja. —¿Al igual que yo? —le preguntó en un tono irónico—. Lo dudo.

—Bien, creo que tienes razón, no somos iguales. —dijo ella con sarcasmo y rió—. Yo por ejemplo, no pongo cuernos.

Marcia sintió que la sangre le hirvió al escuchar su comentario, pero decidió respirar profundo y sonreír. Primero muerta antes que mostrarse afectada ante su respuesta. No pensaba darle ese gusto.

—Exactamente. —le sonrió de nuevo, aunque esta vez de forma cínica y dio unos cuantos pasos hacia adelante para acortar su considerable distancia—. Yo pongo cuernos porque a diferencia de ti, yo no ruego. A mi me ruegan. —afirmó convincente y volvió a sonreírle de la misma manera—.

El semblante de Verónica se tornó irritado y la interrogó con un tono fuerte. —¡¿Qué demonios vienes a hacer aquí?!

—¡Quiero escuchar de tu propia boca por qué diablos hiciste todo esto! ¡Habla! —exclamó Marcia con firmeza acercándose más a ella—.

Ella le sonrió y expresó sarcásticamente. —No sé de qué carajos deba hablar...

Marcia asintió con su cabeza bastante frustrada y también le regaló una sonrisa forzada. —Está bien, no voy a desgastar mis palabras con alguien incapaz de sostenerme una conversación. —emprendió su camino hacia la salida de la celda—.

—¿En serio quieres oír la verdad, Marcia Cisneros?

La pelirroja le dio la cara y rió irónicamente. —Ni modo que quiera lo contrario.

—Marcia, no me hago responsable de hacerte dar a luz. —dijo con sarcasmo viendo su panza y sonrió—.

—¡Estoy esperando tus argumentos, muchachita! —le ordenó la pelirroja impaciente—.

—¡Ya te dije que no soy ninguna muchachita!

—¿No? —la cuestionó Marcia echándose a reír—. Pues, cada que abres la boca, tu inmadurez se convierte en protagonista.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora