~|章37|~

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Pov: 3 per.






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La albina corría lo más rápido que podía mientras intentaba ponerse a salvo de una persecución más, está vez mientras huía a otro de los pequeños pueblos aledaños de la nación, pero aún así no parecía ser suficiente la labor para que los lobos enemigos la dejasen en paz.

Sus manos llevaban el rastro de la sangre de diferentes cuerpos que tuvo que dejar atrás y, sus ropas también representaban el rojo vivo de la muerte, sin embargo, las ropas de aquellas bebés permanecían intactas mientras las cargaba en su espalda.

De los miembros que aún continuaban con vida de la familia Kim Krijane, tan solo le restaba su primo segundo, Stefano, hijo del primo de su padre, quien gracias a su poder logró convertir en otro piel pálida que ahora era su compañero de batalla junto a la hermana menor de Neda, Lucil.

Los últimos miembros de los Kim y los Krijane eran los herejes de sus respectivos clanes, rechazados por perpetrar la obra del mal y de lo impuro.

──Detrás de ti. ─se apresuró a decirle el pelirrojo a la enorme loba de pelaje dorado brillante, un color particular tan solo heredado en la manada Krijane por las dos alfas de la familia, tan único como Neda y Lucil.

La enorme loba de pelaje dorado giró su cuerpo en un movimiento veloz y empuñó sus garras largas y afiladas en el pecho de aquel lobo, imponiendo una vez más su capacidad de batalla, su porte y tamaño sobre el del más pequeño logrando finalizarle la vida.

──De prisa.

Les pidió Sabina, pues ella no se detuvo un solo momento a observar aquel cuerpo perecer, sino que por el contrario apuró a su dúo aliado y continuaron hacia su destino, el cual sería un viejo bunker oculto para los desconocidos, pero previamente edificado por su difunto hermano y ella en sus mejores momentos.

Las manos de la albina removieron las hojas secas y los troncos de la compuerta con afán, mientras los demás vigilaban de que no hubiese un forastero merodeando los linderos.

Una vez la compuerta fue abierta, en un santiamén el grupo estuvo adentro en la tranquilidad de dejar escapar un suspiro ahogado, luego de días enteros luchando contra diferentes hordas de enemigos que buscaban quitarles la vida.

──Estoy agotada. ─afirmó Lucil mientras cubría su cuerpo desnudo con rapidez con una manta.

──Buscaré algo de comer para ti. ─se apresuró a decir Stefano perdiéndose por uno de los pasillos del fondo.

──¿Cómo están las niñas? ─preguntó Lucil mientras se acercaba a las pequeñas que estaban siendo consentidas por su otra tía.

──Ellas lucen muy bien. ─respondió Sabina mientras comenzaba a peinarles el cabello a las bebés de ahora ocho meses. ──Por suerte pudimos cuidarlas una vez más.

Gracias a unos de los hechizos de una de sus brujas amigas, Sabina logró que la manta con la que cargaba a sus sobrinas en su espalda fuese inmune a rasguños, heridas o visibilidad exterior, facilitándole ejercer sus movimientos de pelea con libertad.

──Han de tener hambre. ─Lucil rasguño su muñeca izquierda con una de sus garras comenzando a sangrar al acto en un pequeño recipiente. ──Te has acostumbrado muy bien. ─ánimo a la albina mientras sonreía levemente.

Mi Sangre |ChaesooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora