"Confusión"

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Pasaron dos semanas desde que Dimitri llegó al convento, envuelto en el misterio de una noche tormentosa

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Pasaron dos semanas desde que Dimitri llegó al convento, envuelto en el misterio de una noche tormentosa. Su estado de inconsciencia, tan profundo como el mar en calma, persistía sin dar muestras de cambio. Cada mañana, al dirigirme a la enfermería, mi corazón se debatía entre la esperanza y la preocupación, preguntándome cuándo despertaría el enigmático hombre que, como un cometa desgarrando el cielo, había irrumpido en nuestras vidas.

Al entrar en la habitación, me encontraba con la figura quieta de Dimitri, su rostro sereno yace como una estatua de mármol, sin señales de que estuviera cerca de abrir los ojos y revelarnos los secretos de su alma errante. Los susurros de oraciones se elevaban como un coro celestial en el fondo, la madre superiora, con su fe inquebrantable, acompañándome en esta espera ansiosa por su recuperación, como guardianas silenciosas de un milagro por venir.

Cada día, al llegar a su lado, la esperanza de ver algún cambio en Dimitri me llenaba de energía. Me fijaba en cada aliento, en los pequeños movimientos de su cara, esperando encontrar esa chispa que indicara que estaba a punto de despertar de su largo sueño.

Nos preguntábamos qué historias llevaría Dimitri consigo, qué habría pasado para dejarlo en este estado de misterio. No solo yo, sino todas las hermanas del convento sentíamos esa preocupación, y juntas formábamos una cadena de oración y esperanza por él.

El médico, siempre atento, no perdía detalle de la salud de Dimitri, buscando cualquier pequeño signo que nos diera esperanzas. Y yo, sin faltar ni un día, seguía visitándolo, con la esperanza en el corazón de que, al abrir los ojos, Dimitri nos contaría su historia, desvelando los secretos de su llegada a nuestro hogar espiritual.

Sergei, con voz calmada, nos confesó que Dimitri, su amigo y jefe, era el benefactor que había planeado invertir en nuestro refugio y en el orfanato. Pero su generosidad había atraído peligros inesperados: un intento de secuestro del que había escapado por poco, luchando con la valentía de un león.

Nos quedamos boquiabiertas, incapaces de comprender quién querría dañar a un hombre con un corazón tan grande. La madre superiora, con su rostro habitualmente sereno, mostraba ahora una arruga de preocupación en su frente. El miedo y la sospecha se esparcían entre nosotras como una sombra.

En nuestra habitación, Emily y yo no podíamos dejar de hablar de Dimitri. Ella, con los ojos abiertos como platos y una mano sobre su boca, apenas podía creerlo, Emily insistió tanto  que le contara que estaba pasando que deci decirle de una ves, antes de que me volviera loca con tanta preguntadera. Entre susurros y conjeturas, intentábamos armar el rompecabezas de los últimos días, mientras la esperanza y la incertidumbre bailaban una danza silenciosa en nuestros corazones.
—No puedo creer que todo esto esté sucediendo. ¿Es enserio Lili? Un intento de secuestro, es increíble —, decía Emily, su voz reflejando la confusión y la inquietud que sentíamos todas.

Asentí con empatía,—Sí, es increíble.

Ambas reflexionábamos en silencio por un momento, sumidas en nuestros propios pensamientos y emociones.

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