Dimitri me mira, pese a lo que acabo de revelar, no cambia la expresión de su rostro. Quiero apartar la vista, pero no puedo, me tiene sujeta por la barbilla, lo que me obliga a sostenerle la mirada mientras le desvelo el secreto terrible que me ha estado consumiendo desde que nos rescataron. Su falta de reacción me hace pensar que no comprende del todo lo que le estoy diciendo.
—Lo maté, Dimitri —repito, decidida a hacérselo comprender ya que me ha obligado a hablar del tema—. Maté a Saul a sangre fría. Cuando lo vi entrar en la habitación, supe que quería hacerlo y lo hice. Lo desarmé con un disparo y entonces le volví a disparar en el estómago y el pecho, asegurándome de no darle en el corazón para que viviera un par de minutos más. Podría haberlo matado de inmediato, pero no lo hice. —Aprieto los puños sobre el regazo, sintiendo el dolor de las uñas clavadas mientras confieso—: Lo dejé con vida porque quería mirarlo a la cara cuando se la quitase.
Su ojo ileso brilla en un azul profundo y siento una marea de vergüenza ardiente. Sé que no tiene sentido, sé que estoy hablando con un hombre que ha cometido crímenes mucho peores que este, pero no tengo la excusa de un pasado tan jodido como el suyo. Nadie me obligó a convertirme en asesina. Si disparé a Saul ese día, fue por iniciativa propia. Asesiné a un hombre porque lo odiaba y quería verlo muerto.
Espero a que Dimitri responda, a que me diga algo desdeñoso o condenador, en cambio, me pregunta con calma:—Mi conejita, ¿cómo te sentiste cuando todo acabó, cuando lo viste allí tendido, sin vida? —Me suelta las mejillas y se agacha para apoyarse en mis piernas. Tiene la mano tan grande que casi me cubre todo el muslo—. ¿Te alegraste al verlo así?
Asiento. Bajo la cabeza para escapar de su mirada penetrante.
—Sí —reconozco. Un escalofrío me recorre el cuerpo al recordar el éxtasis eufórico que sentí al ver cómo las balas de la pistola atravesaban el cuerpo de Saul. —Cuando vi que la vida se le escapaba por los ojos, me sentí fuerte. Invencible. Sabía que no podría hacernos más daño y estaba contenta. —Recobro fuerzas y lo vuelvo a mirar—. Dimitri… le volé los sesos a un hombre y lo más aterrador de todo es que no me arrepiento en absoluto.
—Ya veo. —Una sonrisa estira sus labios a medio curar—. Crees que eres una mala persona por no sentir culpa por la muerte de un terrorista asesino y crees que deberías.
—Claro que debería. —Frente a la diversión un poco inapropiada en el tono de su voz, frunzo el ceño—. Maté a un hombre; tú mismo dijiste que es normal estar hecho mierda después de eso. Te sentiste mal después de matar por primera vez, ¿verdad?
—Sí. —La sonrisa de Dimitri cobra un tono más amargo—. Así fue. Era un niño y no conocía al hombre al que me obligaban a disparar. Era alguien que le había dado una puñalada por la espalda a mi padre y, a día de hoy, no tengo ni idea de la clase de persona que era… si era un delincuente reincidente o si solo se trataba de alguien que se mezcló con la gente equivocada. No lo odiaba, no lo conocía como para tener una opinión sobre él. Lo maté para demostrar que podía hacerlo, para hacer que mi padre se sintiera orgulloso de mí. —Se detiene y luego continúa con una expresión más suave—. Así que, ya ves, mi conejita, fue algo distinto. Matando a Saul has librado al mundo de un mal, mientras que yo… bueno, esa es otra historia. No tienes motivos para sentirte mal por lo que hiciste, eres bastante inteligente para saberlo.
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ÉXTASIS
RomanceEn un mundo donde la pureza se entrelaza con la crueldad, la historia de Liliana y Dimitri se teje en una telaraña de contrastes y pasiones prohibidas. Liliana, una joven criada en un convento rodeada de la paz y la bondad de las monjas, irradiaba d...