"Atracción"

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El dolor era un viejo amigo; uno que me recordaba que seguía vivo

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El dolor era un viejo amigo; uno que me recordaba que seguía vivo. Pero esta vez, el dolor venía acompañado de un hedor a enfermedad que se adhería a las paredes de la habitación como una segunda piel. Cada parte de mi cuerpo gritaba, un coro de agonía que no me dejaba olvidar la violencia de la que había sido objeto. Y lo que más me fastidiaba, más allá del dolor, era la incertidumbre, el no saber quiénes eran los hijos de perra que me habían hecho esto.

La puerta se cerró con un clic suave, y la habitación quedó en silencio. Solo Sergei y yo, y la noche que se cernía sobre nosotros como un manto. Me incorporé con esfuerzo, apoyándome en los codos, y clavé mi mirada en él.

—Sergei —escupí las palabras con un desdén que no lograba ocultar mi debilidad—. No me importa si estando en el mismo cielo. Solo quiero saber una cosa: ¿quién? Dime que tienes algo, cualquier pista que me lleve a esos bastardos.

Sergei se mantuvo impasible, pero sus ojos revelaban una tormenta que se avecinaba.

—Estamos trabajando en ello, Dimitri. No te preocupes, los encontraremos. Y cuando lo hagamos, pagarán caro.

Una sonrisa torcida se dibujó en mi rostro, una promesa de dolor para aquellos que habían osado tocarme.

—Eso espero, porque cuando los tenga frente a mí, no habrá piedad. Ellos me han dado una razón para cazar, y no descansaré hasta verlos suplicar por su miserable existencia.

Con esas palabras, me dejé caer en la almohada, cerrando los ojos. El dolor seguía ahí, pero ahora tenía un propósito, una dirección. Y eso era todo lo que necesitaba.

El dolor y la ira se desvanecían en un segundo plano, eclipsados por el recuerdo fugaz de una figura que parecía danzar al borde de mi conciencia. Liliana. Su nombre era como un susurro en la oscuridad, una presencia que se negaba a ser ignorada.

—Sergei —dije, mi voz apenas un murmullo ronco—. Habla de ella. La chica que estaba aquí cuando desperté.

Sergei frunció el ceño, su sorpresa evidente incluso en la penumbra de la habitación.

—¿De quién hablas, Dimitri? —preguntó, claramente desconcertado.

—Liliana, —insistí, la impaciencia tiñendo cada palabra—. No juegues conmigo. ¿Quién es ella? ¿

Por un momento, Sergei guardó silencio, como si midiera sus palabras. Luego, con un suspiro, comenzó a hablar.

—Liliana... No tengo mucha información de ella, sólo se que es huérfana la dejaron aquí cuando era una bebé, pero más nada.

La información era escasa, pero suficiente para avivar la llama de la curiosidad en mi interior.

—Necesito saber más —exigí, sintiendo cómo la determinación se apoderaba de mí una vez más

La habitación estaba sumida en un silencio sepulcral, roto solo por el eco de mis palabras. La determinación me consumía, una llama voraz que no podía ser sofocada. Liliana... su nombre era un enigma, una melodía que resonaba en los confines de mi mente, insistente, ineludible.

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