"Punto Claro"

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La luz de la luna se filtra por las pesadas cortinas de la habitación, iluminando suavemente el rostro de Liliana

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La luz de la luna se filtra por las pesadas cortinas de la habitación, iluminando suavemente el rostro de Liliana. Estoy de pie junto a la cama, observándola mientras duerme. Hay algo en su tranquilidad que me inquieta profundamente, una sensación extraña que no puedo sacudirme.

Me repito una y otra vez que no es amor. No puede ser amor. Para mí, el amor es una debilidad, un lujo que no puedo permitirme. No, lo que siento por Liliana es deseo. Deseo de poseerla, de cuidarla, de protegerla de cualquier daño, porqué sólo yo puedo hacerle daño. Un deseo que me consume por completo, que me mantiene despierto en las noches observándola dormir.

Quiero romper todas las barreras que Liliana ha levantado alrededor de su corazón. Deseo verla convertirse en una mujer fuerte, independiente, una mujer que pueda enfrentar el mundo sin miedo. Quiero que se olvide de la formación rígida que recibió de las monjas en el convento. Pero al mismo tiempo, esa misma inocencia que intento arrancarle es lo que me vuelve loco.

Hay algo profundamente perturbador y atrayente en la pureza de Liliana. Saber que estoy interrumpiendo esa inocencia, que estoy marcando su vida de una manera irreversible, me llena de un placer oscuro y retorcido.

Me inclino ligeramente, acariciando con suavidad un mechón de cabello que cae sobre su rostro. Ella se mueve ligeramente en su sueño, emitiendo un suspiro suave que resuena en el silencio de la habitación.

Mi mente es un campo de batalla, donde la lógica y la emoción luchan sin cesar. Por un lado, me digo que necesito mantener el control, que no puedo permitir que mis sentimientos me dominen. Por otro, cada vez que la miro, siento que una parte de mí se rinde ante la fragilidad y la fortaleza que coexisten en ella.

Cierro los ojos por un momento, tratando de acallar el tumulto de mis pensamientos. Cuando los abro de nuevo, me obligo a recordar mi misión, mi objetivo. Liliana debe convertirse en una aliada, una compañera que pueda entender y aceptar mi mundo. No puedo permitirme sentir más allá del deseo y la posesión.

Pero en lo profundo de mi ser, sé que estoy jugando con fuego. Cada día que paso junto a Liliana, cada momento que compartimos, me arrastra más y más hacia un abismo del que temo no poder escapar.

Me aparto de la cama, dirigiéndome hacia la ventana. Observo el paisaje nocturno, buscando en la oscuridad una claridad que no puedo encontrar en mi interior. La lucha continúa, y mientras la luna sigue su curso en el cielo, comprendo que la batalla dentro de mí está lejos de terminar.

Bajo las escaleras en silencio, mi mente aún enredada en la confusión y el deseo que Liliana despierta en mí. Necesito despejarme, encontrar un enfoque. Me dirijo directamente a mi estudio, un refugio donde puedo intentar recuperar el control.

Coloco mi rostro frente al escáner de reconocimiento, permitiendo que el láser lea la retina de mis ojos. La puerta se abre con un leve clic y entro en el santuario de mi poder. Me sirvo un whisky, el líquido ámbar reflejando la tenue luz de la habitación. Me siento detrás de mi escritorio, sintiendo el peso familiar del cuero bajo mis manos. Tomo mi teléfono y marco el número de Sergei.

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