Al día siguiente, me encuentro frente al espejo, peinando mi cabello con cuidado. Aún siento el eco de lo sucedido anoche en cada rincón de mi cuerpo, pero intento concentrarme en la rutina. Necesito mantener la calma, necesito algo que me haga sentir en control. El reflejo en el espejo me devuelve una mirada cargada de pensamientos dispersos. Dimitri, siempre él, siempre en mi mente.
De repente, la puerta se abre suavemente, y Rosa entra en la habitación con su presencia tranquila pero firme. Me giro hacia ella, notando que hay algo diferente en su expresión hoy.
-Liliana, necesito que me acompañes -me dice con una voz que suena más seria de lo habitual.
Levanto una ceja, sorprendida. No es común que Rosa me pida algo así, y menos sin darme una explicación inmediata.
-¿A dónde? -pregunto mientras dejo el cepillo sobre la mesa y me levanto del tocador.
Rosa duda un momento, como si buscara las palabras adecuadas para explicar lo que tiene en mente.
-A los complejos de los guardias. Hay algo que necesitas ver -responde finalmente.
Frunzo el ceño, intentando descifrar sus intenciones. Rosa siempre ha sido una mujer reservada, y esto no se parece en nada a sus maneras habituales. A pesar de mis dudas, algo en su mirada me dice que es importante.
Asiento y la sigo fuera de la habitación. Caminamos en silencio por los largos pasillos de la mansión, y cada paso que damos parece estar cargado de una tensión que no puedo ignorar.
Mientras nos acercamos al área donde los guardias tienen sus viviendas, Rosa rompe el silencio.
-Hace unos días vi algo... algo extraño en una de las casas -empieza a decir, su voz casi un susurro-. Había una mujer rubia con ojos azules.
Sus palabras me detienen en seco. Rubia, ojos azules... No conozco a nadie en la mansión con esa descripción. La miro fijamente, esperando que continúe.
-Lo que me llamó la atención no fue solo su apariencia -prosigue Rosa, notando mi creciente inquietud-, sino la forma en que estaba... No parecía estar allí por su propia voluntad.
Siento un escalofrío recorrer mi espalda. La información que me acaba de revelar no solo es inesperada, sino también profundamente perturbadora. ¿Quién es esa mujer? ¿Por qué está aquí? Y lo más importante, ¿qué tiene que ver esto conmigo?
Sin embargo, antes de que pueda hacer más preguntas, llegamos a la puerta de una de las casas. Rosa se detiene y me mira, como esperando mi señal para continuar. Tomo aire, preparándome para lo que sea que esté detrás de esa puerta, y le hago un gesto para que abra.
Mi corazón late con fuerza, lleno de una mezcla de curiosidad y temor. No sé qué voy a encontrar, pero una cosa es segura: nada volverá a ser igual después de esto.
Rosa y yo salimos de la casa, y la frescura de la mañana me golpea de inmediato, despejando un poco la niebla de pensamientos que ha estado nublando mi mente. Caminamos en silencio, y noto que los hombres que nos encontramos en el camino, todos guardias, me saludan con respeto. Cada inclinación de cabeza, cada gesto, parece cargado de un reconocimiento tácito de quién soy... o mejor dicho, de quién me consideran aquí. Es una sensación extraña, ser vista de esa manera, casi como si tuviera una autoridad que no pedí.
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ÉXTASIS
RomanceEn un mundo donde la pureza se entrelaza con la crueldad, la historia de Liliana y Dimitri se teje en una telaraña de contrastes y pasiones prohibidas. Liliana, una joven criada en un convento rodeada de la paz y la bondad de las monjas, irradiaba d...