—Liliana , cariño...
Una caricia suave y familiar me arrastra de un sueño inquieto. Tardo un momento en abrir los ojos, como si mi cuerpo se resistiera a despertar. Cuando lo hago, me encuentro con el rostro de mi madre, sentada al borde de la cama. Sus dedos acarician mi cabello con una ternura que me quiebra. Sus ojos están rojos e hinchados, como si hubiera llorado toda la noche.
—¿Mamá? —murmuro mientras intento incorporarme, sujetándome a la manta. Un gemido queda atrapado en mi garganta cuando el movimiento despierta un dolor punzante en mi espalda y unos calambres que me atraviesan el abdomen. El esfuerzo me deja jadeante—. ¿Qué haces aquí?
Ella se toma un segundo antes de responder, como si buscara las palabras adecuadas.
—Dimitri nos llamó esta mañana —su voz tiembla, cargada de emoción contenida—. Nos dijo que los atacaron anoche, a ti y a Rosa, en un club.
Su confesión me golpea como una bofetada.
—Oh... —mi mente se nubla por un instante, pero enseguida la ira comienza a abrirse paso.
¿Cómo pudo Dimitri hacer algo así? ¿Cómo pudo preocuparlos de esta manera? Quería protegerlos, encontrar una forma de contarles todo sin alarmarlos... Y ahora, aquí están, mirando mi dolor con ojos aterrados.
Y entonces lo recuerdo.
He perdido al bebé.
Un nudo se forma en mi garganta, y no puedo contenerlo más. Las lágrimas brotan con una fuerza devastadora, arrasándome. Intento sofocar los sollozos cubriendo mi boca con las manos, pero no sirve de nada. El dolor se desborda, llenando cada rincón de mi ser.
—Lo siento, mamá... Lo siento tanto... —susurro entre jadeos, incapaz de articular más palabras.
Mi madre me rodea con sus brazos, su calor debería reconfortarme, pero solo consigue hacerme sentir más pequeña, más rota. Sus lágrimas se mezclan con las mías, y sé que está sufriendo tanto como yo, aunque por razones diferentes.
De repente, siento otro par de brazos rodeándome. La calidez de Dimitri me envuelve mientras me acuna con firmeza, como si intentara contenerme, evitar que me rompa en mil pedazos. Mi cabeza descansa en su pecho, y aunque sus manos son fuertes, sus movimientos son cuidadosos, casi reverentes.
A lo lejos, escucho la voz grave de mi padre. Está consolando a mi madre, hablándole en un tono suave pero firme, intentando aliviar su dolor. Todo parece tan lejano, como si estuviera atrapada en una burbuja donde solo existimos Dimitri y yo.
Finalmente, después de lo que parecen horas, Dimitri me lleva en brazos hasta la ducha. No sé cómo llegamos allí ni cuánto tiempo pasamos en silencio, pero es allí, bajo el agua caliente, lejos de la mirada preocupada de mis padres, cuando empiezo a recuperar un mínimo control sobre mí misma.
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ÉXTASIS
RomanceEn un mundo donde la pureza se entrelaza con la crueldad, la historia de Liliana y Dimitri se teje en una telaraña de contrastes y pasiones prohibidas. Liliana, una joven criada en un convento rodeada de la paz y la bondad de las monjas, irradiaba d...