A la mañana siguiente me despierto cuando la luz del sol me acaricia la cara. Anoche dejé las cortinas abiertas a propósito porque quería comenzar temprano el día. La luz causa más efecto en mí que cualquier alarma y es mucho menos molesta para Liliana, que duerme sobre mi pecho.
Durante algunos minutos, permanezco tumbado, deleitándome con el tacto de su piel tibia contra la mía, con su suave respiración y con la forma en que sus largas pestañas reposan como oscuras medias lunas sobre sus mejillas. Nunca había querido dormir con una mujer, nunca había visto el atractivo de compartir cama con otra persona para algo más que para follar. Solo al raptar a mi cautiva comprendí el placer de quedarme dormido abrazado a su cuerpecito sedoso, de sentirla a mi lado toda la noche.
Suspiro profundamente y separo con delicadeza a Liliana de mí. Necesito levantarme, aunque estoy muy tentado de permanecer allí tumbado y no hacer nada. No se despierta cuando me incorporo, solo rueda sobre su costado y continúa durmiendo. La manta se desliza por su cuerpo y deja su espalda expuesta, en gran parte, a mi mirada. Incapaz de resistirlo, me inclino para besarle uno de los hombros esbeltos y percibo unos cuantos arañazos y moratones que deslucen su delicada piel, marcas que seguramente le dejé anoche.
Me excita verlas en ella. Me gusta marcarla, dejar indicios de mi posesión en su delicada piel. Ya lleva mi anillo, pero no es suficiente. Quiero más. Cada día que pasa la necesito más, cada vez estoy más obsesionado con ella… y no menos.
Estos pensamientos me perturban. Tenía la esperanza de que ver a Liliana cada día y tenerla como esposa calmaran esta hambre desesperada que siento por ella todo el tiempo, pero parece que ocurre lo contrario. No me gusta pasar tiempo lejos de ella, que haya momentos en que no la toco. Como ocurre con cualquier adicción, parece que necesito dosis cada vez más grandes de mi droga; mi dependencia por ella crece hasta el punto de estar constantemente ansiando el siguiente chute.
No sé qué haría si la perdiera alguna vez. Es un miedo que me despierta por las noches envuelto en un sudor frío y que me brota en la mente en cualquier momento a lo largo del día. Sé que está a salvo aquí en la finca, solo un ataque directo de un ejército perfectamente preparado puede franquear mi seguridad, pero no puedo evitar preocuparme, no puedo evitar sentir miedo de que me la arrebaten de alguna manera. Es de locos, pero estoy tentado a encadenarla a mí todo el tiempo. Así sabría que está bien.
Echo un último vistazo a su silueta durmiente, me levanto con el mayor sigilo posible y me dirijo hacia la ducha, obligándome a olvidar mi obsesión. Veré a Liliana de nuevo esta tarde, pero primero hay una entrega nocturna que requiere mi atención. Cuando centro la mente en mi próxima tarea, sonrío con una anticipación desagradable.
Los hombres de Hadar, me esperan.
Nikolai los ha traído a un almacén en el extremo más alejado de la finca. De lo primero que me percato es del hedor. Es una combinación punzante de sudor, sangre, orina y desesperación, lo que me dice que Sergei ya ha estado trabajando intensamente esta mañana.
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ÉXTASIS
Lãng mạnEn un mundo donde la pureza se entrelaza con la crueldad, la historia de Liliana y Dimitri se teje en una telaraña de contrastes y pasiones prohibidas. Liliana, una joven criada en un convento rodeada de la paz y la bondad de las monjas, irradiaba d...