"Deprisa"

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Soy plenamente consciente de la opresión que siento en el pecho al ver a Liliana salir de la habitación

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Soy plenamente consciente de la opresión que siento en el pecho al ver a Liliana salir de la habitación. Intenta proyectar fortaleza, ocultar el dolor, pero puedo ver cómo la noche anterior la está destrozando por dentro. La crisis de esta mañana fue solo un atisbo de lo que realmente siente. Saber que yo soy el causante de todo esto aviva la tormenta de rabia que se revuelve en mi estómago.

Todo esto es mi culpa. Si no hubiera cedido a mi obsesión por verla feliz, si no hubiese permitido que sus deseos nublaran mi juicio, nada de esto habría pasado. Tendría que haber seguido mi instinto, haberla mantenido en la finca, lejos de cualquier amenaza. Pero no lo hice.

Permití que se aventurara en un mundo donde no puedo controlarlo todo. Mi error fue dejarla ir a ese maldito club. Mi error fue no estar allí cada segundo para protegerla. Si tan solo la hubiera acompañado al baño, si tan solo hubiese escogido otro lugar... Estos pensamientos me carcomen, hasta el punto de sentir que mi cabeza va a explotar.

No puedo seguir así. Necesito una salida para esta ira, y la necesito ahora.

Sin pensarlo dos veces, me giro y me dirijo hacia la puerta principal, con pasos firmes y un propósito claro.

—He traído aquí al primo —informa Nikolai tan pronto como salgo al exterior—. Supuse que no querrías hacer el viaje hasta Chicago hoy.

—Perfecto. —Nikolai siempre sabe lo que necesito antes de que lo pida—. ¿Dónde está?

—En esa furgoneta. —Señala un vehículo negro estacionado entre los árboles, oculto de las miradas indiscretas de los vecinos.

Sin vacilar, camino hacia la furgoneta. Mi determinación es fría y afilada, como una cuchilla. Nikolai me sigue a pocos pasos, siempre a mi sombra.

—¿Ha hablado? —pregunto sin girarme.

—Sí, cantó rápido. Nos dio los códigos de acceso al garaje y a los ascensores del edificio de su primo. No fue complicado hacerle soltar la lengua, pero dejé el resto para ti. Supuse que querrías encargarte personalmente.

—Claro que quiero. Bien hecho. —Acelero el paso hasta llegar a las puertas traseras de la furgoneta. Las abro con fuerza y dejo que mis ojos se ajusten al oscuro interior.

Lo que veo dentro alimenta mi furia, pero también calma la tormenta por un breve instante. Aquí, con este hombre, tengo una oportunidad de canalizar mi ira. Una oportunidad de hacer algo.

El chico delgado está tumbado dentro de la furgoneta, amordazado y atado con los tobillos sujetos a las muñecas detrás de la espalda en una posición grotescamente antinatural. Su rostro está ensangrentado e hinchado, un espectáculo de violencia que delata el excelente trabajo de Nikolai y mis escoltas. El hedor que emana, una mezcla de sudor, miedo y orina llena el espacio cerrado, pero no me molesto en reaccionar.

Con calma y decisión, me subo a la furgoneta y cierro las puertas tras de mí.

—¿Está insonorizada? —pregunto a Nikolai sin girarme.

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