"Familia Silvestre"

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Desde el momento en que Liliana apareció en la piscina, su figura envuelta en un elegante traje de baño, sentí que algo en mí se encendía

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Desde el momento en que Liliana apareció en la piscina, su figura envuelta en un elegante traje de baño, sentí que algo en mí se encendía. Ella siempre tenía ese efecto sobre mí, pero hoy era diferente. Hoy, verla así, radiante bajo el sol parisino, me hizo recordar cuán profundamente me afecta su presencia.

Nikolai, que estaba conmigo, siguió mi mirada y también la vio. Sentí una punzada de celos atravesar mi pecho al notar cómo sus ojos se detenían en ella un momento más de lo que me gustaba.

-Nikolai, retírate -ordené en un tono más duro de lo necesario-. Y asegúrate de que todos los guardias se alejen de los alrededores de la piscina.

Nikolai asintió rápidamente y se retiró, dejándonos a Liliana y a mí solos. No podía permitir que nadie más la mirara de esa manera, no cuando ella era mía.

Liliana se acercó lentamente, su mirada llena de una mezcla de timidez y curiosidad.

-¿Todo está bien? -preguntó, rompiendo el silencio.

-Perfectamente bien -respondí, suavizando mi expresión y ofreciéndole una sonrisa-. Ven aquí.

Extendí mi mano y la ayudé a entrar al agua. La frescura del agua contrastaba con el calor de mi cuerpo, intensificando cada sensación. No pude evitar recorrer su cuerpo con la mirada, admirando cada curva y línea.

-Te ves increíble -dije, sin poder contener la admiración en mi voz.

-Gracias -respondió ella, sonrojándose un poco.

Nos movimos en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad y la intimidad de nuestra situación. Pero los celos seguían latentes en mi mente. El simple hecho de que Nikolai la hubiera mirado así me hacía querer protegerla aún más ferozmente.

-Tendré que comprarte trajes de baños más discretos, si no tendré que matar a toda mi seguridad -dije, rompiendo el silencio

Ella me miró, sus ojos grandes y sorprendidos.

-No tienes por qué hacer eso-respondió suavemente.

-No puedo soportar que otros te miren así -continué, acercándome más a ella-. Eres demasiado preciosa, demasiado sexy, cualquier hijo de puto sería afortunado de tener. Bueno mejor dejo de pensar eso.

Liliana asintió, entendiendo la intensidad de mis sentimientos. La atraje hacia mí y la besé, un beso lleno de promesas y posesión. Quería que ella sintiera cuánto significaba para mí, cuánto la necesitaba.

Mientras la sostenía en mis brazos, supe que haría cualquier cosa para mantenerla a salvo, para asegurarme de que siempre se sintiera amada y protegida. Los celos eran una llama que ardía dentro de mí, pero también eran un recordatorio de lo profunda que era mi conexión con Liliana. Y en ese momento, bajo el sol de París, con el agua refrescante a nuestro alrededor, decidí que haría todo lo posible para mantenerla a mi lado, siempre.

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