En cuanto oigo ese sonido desconocido, algo dentro de mí se enciende. La adrenalina me recorre como un torrente imparable, haciendo que mi mente se divida entre dos sensaciones opuestas: una calma fría, casi anestésica, y una intensidad desgarradora que me recuerda que sigo viva. Mi corazón late con fuerza desbocada, y mi piel se eriza por el miedo. Pero el pánico paralizante que me atenazaba al principio ya no está.
En algún punto entre la segunda y la tercera explosión, desapareció.
Me aferro al arma que me dio Dimitri, mientras mi otra mano se agarra al asiento para no perder el equilibrio. Mis ojos no pueden apartarse de la batalla que se libra afuera. La carretera que dejamos atrás parece una escena de guerra: coches destrozados y en llamas se amontonan, esparciendo un caos que apenas puedo procesar.
Es como si estuviera dentro de un videojuego, uno donde cada explosión resuena con una fuerza tan real que casi puedo sentirla en mi pecho. Solo que aquí, las víctimas no se levantan.
¡Buuum! Un coche vuela por los aires tras la detonación de una granada. ¡Buuum! Otro sigue el mismo destino. Me sorprendo a mí misma, casi como si mi mente intentara dirigir las granadas de Dimitri, como si pudiera guiar sus disparos con mis pensamientos.
Intento fingir que todo esto no es más que un juego, uno con efectos de sonido tan realistas que parecen envolventes. Me digo a mí misma que no hay cuerpos ardiendo en la carretera, ni enemigos ni aliados; que no hay un hombre al que amo, jugándose la vida, expuesto a una lluvia de balas mientras dispara un lanzagranadas desde la limusina.
Es solo un juego.
Pero entonces escucho el sonido de las hélices y, al trepar por el asiento y mirar por la ventana, lo veo. Un helicóptero de la policía se acerca rápidamente hacia nosotros.
Debería sentir alivio al ver a las autoridades, pero algo en mí sabe que no están aquí para mediar. Este ataque no parecía un intento por restablecer el orden. Vi con mis propios ojos cómo el coche patrulla que nos perseguía avanzaba junto al convoy de Sullivan. No vinieron a arrestar criminales.
Vinieron a matarnos.
El terror regresa, arrasando con cualquier intento de mantener la calma. Esto no es un juego. Es real. Hombres están muriendo afuera, y si no fuera por la habilidad de Nikolai al volante y la protección de la limusina blindada, nosotros ya estaríamos muertos también.
Si fuera solo yo, no importaría demasiado. Pero todas las personas que amo están en este coche. Si algo les pasara...
No, no puedo permitirme pensar en eso. Mi respiración se acelera y siento el inicio de la hiperventilación, pero me obligo a detenerme, a concentrarme. Ahora no es momento para el pánico. Respiro hondo y miro hacia delante.
Veo a mis padres en el asiento delantero, aferrándose el uno al otro y sujetándose con fuerza al cinturón de seguridad. Están tan pálidos que parece que se les ha drenado toda la vida. Mi madre ya no grita, lo que me hace pensar que están en estado de shock.
ESTÁS LEYENDO
ÉXTASIS
Storie d'amoreEn un mundo donde la pureza se entrelaza con la crueldad, la historia de Liliana y Dimitri se teje en una telaraña de contrastes y pasiones prohibidas. Liliana, una joven criada en un convento rodeada de la paz y la bondad de las monjas, irradiaba d...