"Incomodidad"

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Un grito ahogado me despierta y me saca a la fuerza de un sueño inquieto

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Un grito ahogado me despierta y me saca a la fuerza de un sueño inquieto. Abro de golpe los ojos en un subidón de adrenalina y me incorporo para sentarme. El movimiento repentino hace que se resientan las costillas fracturadas. Con la escayola del brazo izquierdo golpeo el monitor cardíaco que está al lado de la cama y la punzada de dolor es tan intensa que la habitación da vueltas a mi alrededor en una espiral nauseabunda. Me late el pulso con fuerza y tardo un momento en comprender qué me ha despertado.
Liliana.

Creo que tiene otra pesadilla.

Relajo un poco el cuerpo, que se había puesto en tensión, preparado para el combate. No hay ningún peligro, nadie nos persigue. Estoy tumbado junto a Liliana en la lujosa cama del hospital, a salvo, con toda la seguridad que Sergei nos puede proporcionar en la clínica de Suiza.

El dolor en las costillas y el brazo ha mejorado y ahora lo tolero mejor. Me muevo con cuidado y coloco la mano derecha sobre el hombro de Liliana para despertarla con cuidado. Me da la espalda, mirando en dirección contraria a mí, por lo que no puedo verle la cara para ver si está llorando. Sin embargo, tiene la piel fría y empapada de sudor. Debe de llevar un rato teniendo la pesadilla. Además, está tiritando.

-Despierta, pequeña -murmuro, acariciándole el delgado brazo. Veo la luz filtrarse por los agujeros de la persiana de la ventana y supongo que ya debe ser de día-. Es solo un sueño. Despierta, mi reina...

Se pone tensa al tocarla, de modo que no está despierta del todo y la pesadilla aún la tiene presa. Respira de manera audible, con fuertes jadeos, y noto que los temblores le recorren el cuerpo. Me aflige su angustia, me hiere más que cualquier herida, y saber que soy el responsable de nuevo, que no he podido mantenerla a salvo, me quema las entrañas con una ira corrosiva.

Ira hacia mí y hacia Peter, el hombre que permitió que Liliana arriesgara su vida para rescatarme.

Antes de mi puñetero viaje a Tayikistán, Liliana estaba recuperándose poco a poco de lo que le hizo Saul. Sus pesadillas se habían vuelto menos frecuentes con el paso de los meses. Ahora, sin embargo, han vuelto y Liliana está peor que antes, a juzgar por el ataque de pánico que tuvo ayer mientras hacíamos el amor.

Quiero matar a Peter por esto, y puede que lo haga si alguna vez se vuelve a cruzar en mi camino. El ucraniano me salvó la vida, pero puso en peligro la de Liliana al mismo tiempo, y eso no se lo perdonaré nunca. ¿Y su puta lista de nombres? Que se vaya olvidando. No pienso premiarlo por traicionarme así, por mucho que Liliana se lo prometiese.

-Vamos, pequeña, despierta -le ruego de nuevo, apoyando el brazo derecho para tumbarme en la cama. Me duelen las costillas al hacer el movimiento, pero esta vez con menos fiereza. Con cuidado, me acerco a Liliana y me ciño a su espalda-. Estás bien. Ya se ha acabado todo, lo prometo.

Suelta un hipido profundo y siento cómo se alivia su tensión al observar dónde está.

-¿Dimitri? -musita, mientras se gira para mirarme, y veo que ha estado llorando. Tiene las mejillas mojadas por las lágrimas.

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