Desperté sin saber dónde estaba y sintiendo calidez en todo el cuerpo.
¿Quién mierda soy y qué hago aquí?
Nada mejor que una buena siesta.
De a poco me empecé a ubicar y recordar lo que había hecho.
Abrí los ojos y vi todo borroso.
Mamá, me quedé ciega.
Solo te faltan los lentes.
Cierto.
Enfoqué la mirada y entendí que estaba durmiendo la siesta con Lucas.
Me moví y sentí un cuerpo detrás mío y uno delante.
Un sándwich.
De repente se acabó el murmullo que no había notado y comprendí al fin dónde estaba.
De un lado seguía Lucas y del otro lado Lis. Al parecer habían estado hablando bajo hasta que me moví.
—¿Estás despierta, belleza? —preguntó suavemente Lis.
Yo, recién despierta y sin ganas de vivir, asentí con la cabeza mirándolo a los ojos.
O a lo que creía que eran sus ojos.
Entrecerré los ojos probando y ni eso funcionó.
Ves peor que una anciana de ochenta años.
—¿Te despertamos, vita? —cuestionó Lucas en voz baja. Yo negué. No me había dado cuenta de sus murmullos hasta que dejaron de hacerlos, así que no creo que sea esa la razón.
—¿Dormiste bien? —inquirió Lucas mientras me acariciaba el brazo como cuando me había dormido. Yo inconscientemente me relajé y destensé todos los músculos, hasta los que no sabía que tenía.
—Síp, recién me desperté y no sabía siquiera dónde estaba. ¿Ustedes durmieron? —contesté con voz ronca. Qué buena siesta.
—Yo sí. Lis entró porque estaba aburrido y cuando me vio despierto no dudo en infiltrarse.
—¡Oye! ¡No tenía con quién hablar! Tú fuiste el primero que apareció, para tu suerte.
—Pues qué suerte la mía. —Solté una risa y los dos me miraron.
—Parecen dos niños pequeños —les dije y arrugaron las cejas en señal de disgusto —¿Saben dónde están mis anteojos? No los pediría si viera algo, pero se me hace difícil enfocar sus caras.
Ahora fue su turno de reírse mientras Lucas se estiraba para atrás y volvía con mis anteojos. Me los coloqué rápidamente y uh, dios, ¿Tan ciega estoy?
La cara de Lucas delataba que seguía adormecido y la de Lis que había dormido un rato.
—Durmieron los dos, mentirosos. Tienen la almohada pegada a la cara por poco —me burlé de ellos y sonrieron.
—¿Y tú? ¿No era que no querías dormir? —preguntó Lucas y yo dije:
—No se puede negar una buena siesta.
Nos quedamos en silencio y me percaté que estaba entre el pecho de Lucas, a la espalda, y el de Lis, frente a mí.
Por impulso, levanté mi mano derecha y acaricié su pecho con suavidad. Se notaban los músculos y el latido del corazón. Repetí la caricia y subí mi mirada a la suya, para encontrarme una mirada llena de anhelo a algo, pero no sé descifraba.
—¿Quieres dormir un rato más? —inquirió Lucas que no había parado sus caricias en mi brazo.
—Depende, ¿Qué hora es? —Me faltaba ir al gimnasio.
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Inefable
RomanceElla era un desastre. Ellos eran cinco hermanos con una familia caótica. Ella era libros, ejercicio y estudios. Ellos eran calculadores, indiferentes y hermosos. Si se juntan los dos, ¿Qué surgiría? Muchas cosas, pero primero: El amor.