Capitulo XIV

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Vamos con lo bueno. Disfruten el capítulo.

Hace días sentía que me tenía que alejar. Una parte de mi cabeza me impedía disfrutar de los momentos con ellos por el miedo. Por la manera en la que estaba empezando a caer.

¿Empezando? Si ya te ilusionaste y todo.

Empecemos por lo básico. Se preocupan seriamente por mí y no como se preocupa Richard, sino que es mucho más profundo. Después están los toques y las caricias, que los amigos no hacen.

A menos que sea un amigo gay.

El poco tiempo que pasó desde que nos conocimos y la confianza que sentimos no concuerdan. Lloré delante de ellos luego de años de estar tal tempano de hielo con todo lo que tenga que ver con llorar.

Y, por encima de todo, las miradas. Los amigos nunca se miran así. No se tratan así. No es así.

No somos amigos ni tampoco desconocidos. Somos una bola de sentimientos que en cualquier momento va a explotar y yo me voy a asustar. No te digo que voy a huir, pero mientras pueda esconderme y tener lejos los sentimientos, lo haré.

Respiré hondo y seguí leyendo desde mi celular. Mejor dejar de pensar en lo que todavía no pasó.

Como si pudieras.

Me llegó un mensaje del grupo que tengo con los hermanos.

Lucas: Vita, ¿Estás ocupada?

Elizabeth: Nop, estaba jugando con el móvil, ¿Por qué?

Lucas: ¿Quieres venir? Estoy aburrido.

Elizabeth: Cómo tú querías.

Lucas: Ven.

Fue una orden. No puedo creer que me puedan ordenar cosas aun estando a la distancia.

Me puse la primera sudadera que encontré, que curiosamente era la de Lau y partí hacia la casa de los chicos.

Toqué la puerta y me abrió Luz.

—Hola, Beth. —Me sonrió cálidamente y yo le correspondí —. Pasa que te congelarás, Lucas te espera en su habitación. ¿Sabes dónde está?

—Sí, gracias —agradecí animada y ella asintió. Me interné en la casa y subí las escaleras.

La casa estaba en este orden: la cocina, el comedor normal y la escalera. Luego había un espacio en blanco dónde estaba la puerta principal para salir al exterior y estaba de modo vertical: la sala de estar, el baño, el comedor de invitados y un despacho.

Era hermosa la casa y muy espaciosa, con muchas ventanas. Necesitaría algo así cuando sea grande, aunque no tan gigante la casa. No creo tener tantos hijos.

Luego de tocar, entré a la habitación de la punta del cuarto de puertas, que era derecho a la escalera.

—Hola, vita —saludó mientras cerraba el libro que estaba leyendo y lo dejaba en la mesa de dormir.

—Hola, Lucas —lo saludé igual, acercándome a la cama.

Él abrió los brazos y yo me tiré allí, siendo tapada por el edredón de mantas.

Lucas me acomodó en su pecho y yo apoyé la barbilla allí, enfocando la mirada en su bella cara.

Él me comenzó a hacer caricias en mi mejilla y yo casi ronroneo. Él sonrió y yo me apreté más a su cuerpo.

—¿Estabas leyendo? —preguntó sin dejar de hacer sus caricias.

—Sí. —Asentí mirándolo.

—¿Qué libro? —cuestionó acercándome más.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora