—¡Buen día! —saludé animada.
—Buen día, amor —saludó Leo besándome.
Hace un rato me había despertado y había bajado a desayunar, encontrándome con toda la familia.
—Te íbamos a dejar dormir —explicó Lau.
—Me desperté como nueva. En serio ayer fue agotador —murmuré sentándome entre él y Luis.
—Ni me lo digas. Ni llegué a la cama —murmuró Keyla mordiendo su tostada.
—Eso tiene sentido, mamá. Estuviste de aquí para allá toda la noche —acotó Lis y se formó una carcajada en toda la mesa.
—Puede ser que haya estado un poco estresada.
—¿Un poco? —preguntó retórico Axel y ella se encogió de hombros para seguir comiendo.
Tomé de mi jugo mientras pensaba.
—¿Todo bien? —preguntó Lau cuando todos estaban hablando y yo me quedé viendo mi plato.
—Sí. Estaba intentando recordar cómo llegué a tu cama y terminé en bragas y corpiño —expliqué sonrojada por lo mal que sonaba.
—Te quedaste dormida encima de Luis cuando nos quedamos hablando en el sofá y te subimos para dejarte en la cama. Después de una hora subimos y estabas sudando, así que te sacamos lo más grueso —me dijo Lau comiendo de sus huevos revueltos.
—Oh, ¿Me quedé dormida en frente de todos? —pregunté sonrojada.
—Sí, nos dimos cuenta por tu ronquido —aclaró.
Lo miré con los ojos muy abiertos.
—¿Ronqué? —pregunté asustada subiendo la voz un decibel.
—No asustes a la pobre mujer, Lautaro —regañó Mara —. No, cielo. No roncaste. Cuando tu padre te preguntó algo, tú no respondiste y nos dimos cuenta que estabas en el quinto sueño.
—Gracias, dios.
—Gracias a Lau porque te sacó de allí antes de que empezarás a babear —se burló Luis y resoplé.
—Eres muy gracioso —murmuré con sarcasmo.
—Lo sé.
Lo superé rápido y volví a conversar con facilidad con los de la mesa.
Terminamos de desayunar y me levanté cuando todos lo hicieron. Levanté mi plato y cuando intenté levantar alguna fuente, Mara cacheteó mi mano.
—Suelta. Ni lo pienses. Ve con los chicos —indicó tomando la fuente.
Le sonreí y ella me devolvió su usual sonrisa cálida.
Subí las escaleras y me metí en la habitación de Leo, encontrándolos a todos allí.
Busqué la pastilla de hierro de emergencia que tenía en la mesita de luz de Leo y la tomé cuando la encontré, sintiendo la mirada de algunos de los hermanos sobre mí.
Me acerqué a ellos y Leo me atrajo a su regazo.
Me apoyé en su pecho.
—¿Alguien vio mi móvil? —les pregunté.
—Yo lo tomé anoche de la mesada. Toma —aclaró Lis.
Me ofreció el celular y le sonreí.
—Gracias, amor —agradecí y él le restó importancia.
Lo prendí y saltaron miles de notificaciones.
Respondí los mensajes del grupo de mis amigas y entré a Instagram.
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Inefable
RomanceElla era un desastre. Ellos eran cinco hermanos con una familia caótica. Ella era libros, ejercicio y estudios. Ellos eran calculadores, indiferentes y hermosos. Si se juntan los dos, ¿Qué surgiría? Muchas cosas, pero primero: El amor.