Capitulo II

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—¿Viste al gato, Beth? —me preguntó mi mamá mientras estudiaba para un examen que se acercaba.

—No, ¿Desde cuándo no la ves? —Pensé en la última vez que la vi y fue hace algunas horas.

—Desde el mediodía.

—Te ayudo a buscarla afuera. —Salimos de nuestra casa y la empezamos a llamar, pero no aparecía.

Nos alejamos de casa y pronto me di cuenta donde estaba mi gata... y también dónde estaba yo.

—Qué hija de perra —maldijo con una sonrisa y tocó el timbre.

—¿En serio la vamos a ir a buscar? —le pregunté mientras la vergüenza se esparcía en cada parte de mí.

¿Y si lo veía? ¿Y si se lo había contado a sus hermanos?

Pero no pude seguir pensado cuando abrieron la puerta.

Una mujer con facciones hermosas, pelo hasta la cintura castaño y un cuerpo de los dioses nos invitó adelante.

—Buenas tardes, disculpe las molestias. A mi gata le gusta ir por los techos y se interesó en el suyo, normalmente esperaríamos a que vuelva, pero tenemos que salir y ya está anocheciendo, preferimos tenerla en casa.

—Buenas tardes, no te hagas la cabeza, no tengo problema. Todavía estamos con la mudanza, así que perdonen por el desastre por el desastre, ya lo ordenaremos.

—Ni lo pienses, en nuestra casa estamos hace cinco años y todavía está desordenada...

La mujer soltó una risa mientras nos guiaba a través de su casa.

Debí admitir que era hermosa y grande, muy grande.

Y si tienen tanta familia...

Seguimos por un pasillo hasta que llegamos al final y nos recibió un espacio abierto con muchos umbrales.

—¿Te molesta si mi hijo las acompaña? Le doy un cierre a un trabajo y estoy libre.

—Ningún problema. Igual no hace falta que subamos las dos, puede ir solo Elizabeth.

Ya nos habíamos presentado en el camino y la mujer se llamaba Amara. Me daba muy buenas vibras y era hermosa, me cayó muy bien.

Volviendo a la charla me di cuenta que mamá me estaba tirando a la boca de los lobos, sin contemplar.

La traición, hermano. La decepción.

—Okey, ¿Quién me llevará? —Acepté con una sonrisa, aunque estaba maldiciendo a mi madre.

¿Y si era el que me vio espiándolos? ¿Y si decía algo? ¿Y si estaba enojado?

Silencio.

Vi como Amara abría la boca para responder, pero una voz se le adelantó. Una voz ligera, pero cómoda, te daba la sensación de tranquilidad.

—Nosotros.

La mujer se dio vuelta con la mano en el corazón.

—¿Mil veces les tengo que decir que mínimo hagan un ruido? Algún día me van a infartar.

El de la derecha esbozó una sonrisita de costado y le dio un beso en la mejilla a su madre.

—Perderíamos nuestro toque. —Luego su mirada pasó de mi madre a mí y su sonrisita se volvió una sonrisa divertida.

Idiota.

—¿A dónde la llevamos? —preguntó el que venía hablando. El de la izquierda lo único que hacía era mirar con expresión analizadora su alrededor.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora