Capítulo XXXVI

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Parpadeé y sonreí al notar seis brazos rodeándome.

Unos por delante, otros por detrás y otros en el estómago.

También sentía como dejaban caricias en mis piernas y en mi mano.

Están los cinco.

Me removí y abrí los ojos, encontrándome con el rostro de Luis en primer plano.

—Buen día, stellina —saludó y yo sonreí.

—Buen día, chicos. —Lucas me alcanzó los lentes y les pude enfocar las caras.

Algunos estaban en pijama y otros sin remera, disfrutando de las cálidas temperaturas que estaban haciendo estos días.

—¿Dormiste bien, vita? —preguntó Lucas y yo asentí.

Él era quien tenía atrás. Adelante tenía a Luis y en el estómago a Lau.

Lis estaba acariciando mis piernas y Leo jugando con los dedos de mi mano.

—¿Te sientes bien?

—Perfecto —respondí con la voz ronca.

Me incorporé un poco y me di cuenta que seguía en corpiño.

Y los chicos se dieron cuenta también por como bajaron la mirada.

Justo llevaba uno negro que me alzaba las tetas que no tenía.

Niña, tú tienes, y mucho. Y los chicos se dieron cuenta.

Enrojecí y los chicos se rieron.

—¿Alguien tuvo calor? —preguntó irónicamente Lis.

Lo miré entrecerrando los ojos y Lucas dejó un pellizco en mi cintura.

—Yo te dirías que regules tu descaro porque mi mano está muy cerca de tus tetas y solo nos dividiría una capa de ropa, que con un chasquido puede desaparecer —advirtió Lucas divertido.

Mantuve su mirada unos segundos y él negó con la cabeza exasperado.

—No sabe de lo que eres capaz —intervino Luis con diversión.

—Oh no, no lo sabe. Pero cuando lo sepa, ya será muy tarde —contestó mirándome unos segundos hasta que sonrió con la mirada oscurecida y se distrajo.

—Uy —solté, lo que causó la carcajada de los chicos.

—Eres única, muñeca —rio Lis.

Se estuvieron riendo un rato más y luego nos quedamos hablando sentados en la cama.

Yo seguía en corpiño y no podía estar más cómoda.

Los chicos lo tomaban normal, como si estuviese en remera, y eso me encantaba porque estaba calmada en corpiño con cinco chicos uno y dos años mayores.

Y hoy no hay tantos chicos que no piensen con la polla.

Me contaron que su madre Keyla con Mara les habían dado la charla de cómo controlarse y luego habían hablado con Axel, quien les dijo algo que no esperaban.

—¿Por qué tanto misterio? —pregunté cuando me dijeron.

—Nos tomó de sorpresa. Él nos dijo, en forma más tranquila, que cualquier gusto es válido y que siempre que sea consensuado, no hay reglas a la hora de... ¿Cómo dijo? —preguntó Luis a sus hermanos y Lucas rio.

—A la hora de liberar nuestros pajaritos —contestó este.

Liberé una carcajada y los miré divertida. Ellos estaban riendo por como lo dijo Lucas.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora