Capitulo L

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Lentamente me fui haciendo consciente de mi cuerpo y los cuerpos que me rodeaban.

Me seguía doliendo el pie, pero ya era casi imperceptible.

Abrí los ojos y vi a Lucas desde abajo. En este ángulo se veía su mandíbula más marcada si eso era posible y también podía notar sus pestañas acariciando sus mejillas cada vez que pestañaba.

Estaba hablando justo con Leo, que permanecía en la silla del escritorio, pero más cerca.

Me moví y Lucas dejó de hablar para bajar la mirada.

—Hola, vita —saludó retomando las caricias en el pelo que no sabía cuándo las había dejado luego de que me haya dormido.

—Hola —saludé con la voz ronca.

—¿Dormiste bien, amore? —preguntó Leo sonriendo.

—Perfectamente —contesté desperezándome.

—¿El pie? —preguntó Lucas.

—Mucho mejor. No duele.

—No dejes de ponerte hielo así pasa rápido.

Asentí y me distraje con la mano de Lucas mientras él seguía hablando.

Tenía unas manos con los huesos y las venas marcadas. Estaban bronceadas igual que el resto de su cuerpo y tenía las uñas cortas. Cuando las tocabas, sentías su aspereza, pero de manera tan... No lo sé, pero mi cabeza estaba armando escenarios nada inocentes dónde se involucraban sus manos y mi intimidad.

Apreté las piernas cuando sentí la punzada en el vientre bajo, pero supe que no fue nada disimulado cuando la conversación de Lucas y Leo murió.

Sentí la otra mano de Lucas escalar por mi trasero, pasar mi cintura y finalmente llegar a mi rostro, dónde posó dos dedos en mi mentón y me hizo mirarlo.

—¿Todo bien por allí, vita? —preguntó con su clásica diversión mezclada con sadismo.

Lo miré y enrojecí.

—Todo bien —contesté dejando ir su mano.

Luego de mi respuesta, posó sus manos debajo de mis axilas y me alzó para ubicarme en su regazo a horcajadas.

—¿Segura? —se aseguró de nuevo, completamente enganchado al juego.

—Segurísima —afirmé.

Lucas no se hizo esperar y con sus dedos todavía en mi mentón, me acercó a su boca.

Comenzó el beso nada suave, pero lo recibí sin ningún problema.

Su mano bajó desde mi mentón hasta mi cuello, donde se enroscó y apretó, restringiendo el paso del oxígeno. Si ya de por sí, no estaba respirando porque me estaba besando, estar con menos oxígeno aún, fue... hipnotizante.

Además de la obvia necesidad de respirar, sentía el imperioso deseo de juntar las piernas y generar fricción para calmar la excitación.

Lucas al notar eso, no aflojó el agarre, sino que lo ajustó y se le escapó una sonrisa socarrona en el medio del beso.

Al sentir su sonrisa, decidí que yo también quería jugar.

Esperé unos segundos, buscando el momento justo para no pensarlo dos veces.

Cuando lo creí perfecto, comencé a bajar la mano, que antes estaba en su hombro, por su pecho.

Noté como la sonrisa de Lucas disminuía y se quedaba un segundo quieto en el beso, pero luego lo continuaba.

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