Capitulo XXIII

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Un poco tarde, pero para comprarlo, les dejo dos.

—No entiendo como no visitas estos lugares cuando vives a un poco más de media hora de casa —comentó Mara mientras paseábamos por la calle llena de gente y lugares para explorar.

—No lo veo con ojos de turista —contesté de la mano de Lis, recordando una de nuestras primeras conversaciones.

Habíamos llegado hace menos de una hora, luego de haber hecho una parada para comer algo —los chicos no podían permitir que no meriende—, y ahora estábamos viendo que podíamos recorrer.

—Hay un museo de arte allí. O, a unas calles, está la plaza principal —expliqué y los padres de los hermanos me escucharon con atención.

—Podemos recorrer el museo y luego bajar hasta la plaza, dar unas vueltas por un rato y luego comer en algún lugar que esté cerca —propuso Mara y todos asentimos.

Nos dirigimos hacia el museo, dimos una vuelta, me enteré que Luis sabe muchísimo de arte y que me gusta encontrarles forma a las obras que no la tienen.

No voy a decir nada al respecto.

Terminamos el recorrido y cuando salimos estaba atardeciendo.

—¿Llegamos a ir a la plaza antes de que caiga el sol? —preguntó Leo y yo calculé.

—Si vamos a paso rápido, vamos a verlo desapareciendo —contesté y a Lucas se le notó la emoción en la cara.

—¡Vamos! —Empezamos a bajar para llegar a la plaza.

Sentí a Lis y Lau antes de que me tomen de la mano.

Cuando lo hicieron, los dos chillaron.

—¡Elizabeth, tienes las manos heladas! —me dijo Lis y yo me las acerqué a la cara, con nuestros dedos entrelazados mientras seguíamos bajando.

—Uy... —murmuré cuando me vi las uñas violetas. Estaba tan distraída que no me percaté de que tenía frío. No al punto de temblar, pero era frío.

—Bonita, tengo la campera en las manos. Si tienes frío nos tiene que decir y te podemos dar nuestros abrigos. Nosotros no tenemos frío —me explicó a la vez que me ponía su campera de abrigo con su ayuda.

—No me di cuenta que tenía frío —Me miraron con una ceja enarcada y decidí quedarme en silencio. Ya demasiado tenía con toda la tarde de hoy y el desacuerdo a la hora de pagar la entrada al museo, que terminaron ganado ellos.

Llegamos a la plaza y nos repartimos en toda ella. Axel, Mara, Luz y Keyla fueron cerca de los juegos para niños, para vigilar a Liam y Levi. El resto fuimos a la parte de césped y árboles y nos sentamos allí, desfrutando de los últimos rayos del sol.

Leo se había sentado con los brazos hacia atrás y yo apoyé mi cabeza en su regazo, con la campera de Lau como manta.

Lis estaba junto a Luis a la derecha de Leo y Lau y Lucas a la izquierda. Lucas estaba dejando caricias en mi cintura que me estaban dejando completamente relajada.

Lau estaba enumerando los castigos que tenía encima y yo estaba mejor ignorándolo.

Cuando se dé cuenta, le tendrá que agregar un castigo más.

—¡Tenía las manos moradas! —Escuché como chilló Lis y yo lo miré.

—Exageras, era un poco de rojo solo —dije mirando mis manos ahora. Estaban de un color natural.

A lo mejor no era un poco de rojo.

Antes de que me digan algo, Lau les mostró algo en su móvil. Cuando alcé la cabeza para ver que era tan interesante, Leo me presionó contra su regazo.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora