Capitulo XXIX

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—Elizabeth, vamos a cenar —escuché que me intentaban despertar.

—Idiota, sé más amoroso. —Otra voz se hizo presente.

—¿Justo tú? —Identifiqué a Leo cuando me desperté un poco más.

—Con ella sí —contestó Lau y yo sonreí con los ojos cerrados.

—Qué tierno —murmuré con la voz ronca, abriendo los ojos y vi el sonrojo de Lau.

¿Todavía estoy soñando?

—¿En este instante se debía despertar? —preguntó Lau al más allá.

Leo me alcanzó los lentes y yo le sonreí en agradecimiento.

—¿Qué hora es? —inquirí y Lau corroboró en su móvil.

—Las ocho —contestó y yo me sorprendí.

—¿Tanto dormí?

—Y te dejaríamos seguir durmiendo de no ser que tienes que comer algo más que la ensalada de fruta —aclaró Leo.

—¿Mi padre? —pregunté cuando recordé todo lo que había pasado entre ayer y hoy.

—Mara habló con él y dijo que obvio que te deja y que te puedes quedar todo lo que quieras, pero que estaba arrepentido sobre lo que pasó ayer. —Vaya, eso no me lo esperaba.

—¿Dijo eso? —cuestioné sorprendida y los dos chicos asintieron.

—Agregó que podías ir un rato, hablar con él y volver. En serio sonaba afligido —me dijo Lau y yo junté los labios.

—Ojalá sea así —deseé y rápidamente borré eso de mi cabeza —. ¿Cuánto falta para cenar? —pregunté y Lau sonrió sádico.

¿Ahora que hice?

—Debe faltar una hora —respondió y yo supe lo que venía —. Te despertamos ahora porque no nos olvidamos del castigo que te prometimos ayer por no dormir bien y demás.

—Además para que se te vaya la sensación de asco a la comida por recién despertar —agregó Leo.

—Tienes la opción de hacerlo ahora o luego de cenar, pero de hoy no pasa —aclaró Lau y yo me sonrojé.

—¿Cuál es la lista esta vez? —pregunté y él negó con la cabeza.

—Eso te lo diremos cuando te castiguemos —mencionó Leo y yo lo miré con los ojos entrecerrados.

—¿Qué pasará si lo quiero ahora? —cuestioné y los dos sonrieron sádicos.

—Te ataremos las manos, te pondremos en el regazo de Leo primero, te diremos lo que acumulaste y luego te azotará. Después será mi turno —sintetizó Lau y yo lo pensé apretando mis piernas.

—¿Y si cuando vayamos a cenar me duele el culo para sentarme? —pregunté y a Leo se le iluminó la mirada.

—Tengo un objetivo ahora. —Mierda.

Lo pensé y supe que luego de cenar solo querría seguir durmiendo.

—Hacerlo ahora está bien —cedí y Leo se acercó a mí, hipnotizándome.

—¿Segura?

—Totalmente —respondí y Leo sonrió antes de besarme intensamente.

No me di cuenta cuando subió mis manos hasta que sentí la presión que ejercía el cinturón alrededor de mis muñecas.

—¿Muy ajustado, amore? —cuestionó Leo cuando se separó y yo negué.

—Lo suficiente —contesté y se mostró satisfecho.

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