Capítulo XXXVIII

792 52 1
                                    

Retomemos: Escapando de los chicos había descubierto la cajonera llena de juguetes sexuales en el armario de Leo. No usarían nada hoy, pero cuando vi que tenía un frasco de arroz, no me imagine que estaba allí apropósito.

Ahora saliendo del armario, comenzaba a pensar para que lo usarían.

—Muñeca. —Sonrió Lis, pero no era una sonrisa amistosa, era una con todas las cosas que había prometido hacerme.

Ha scoperto quello che abbiamo nel cassetto e non l'ha presa affatto male. Vuole sapere a cosa serve il riso. Accetti di punirla in questo modo? —les habló Leo en italiano.

Yo suspiré y me tiré en el sillón, haciéndome consiente de la adrenalina que cruzaba mi cuerpo en ese momento y disfrutando de mis últimos minutos sin el trasero rojo.

Oh, créeme que tu trasero no va a salir dañado.

Me quedé allí unos minutos mientras los chicos hablaban y cuando terminaron, sentí como se acercaban.

—¿Se durmió? —preguntó Luis.

—Nope, sigo despierta —contesté aún con los ojos cerrados.

Ojos que abrí mientras chillaba cuando me levantaron del sillón y me pusieron en un regazo.

—¿¡Qué pasó!? —me quejé removiéndome, pero Lau rodeó mi cintura fuertemente, manteniéndome firme.

Suspiré y me apoyé en el hombro de Lau.

—¿Qué me harán? —pregunté intentando que no me gane la ansiedad.

Los cinco sonrieron sádicos y Lucas se paró con el frasco que le había dado Leo.

Escaneó la habitación y miró a Leo un momento.

Leo señaló el lugar delante de la televisión y Lucas repartió un poco de arroz en el piso.

Lo miré unos segundos sin entender hasta que comencé a hacerlo.

Sentí un vuelco en el estómago y confusión en todo mi sistema, sin saber si tenía la razón o no.

Lucas se acercó hasta mí y me ofreció una mano. Yo la tomé, nerviosa de lo que pudiera pasar.

—¿Te quieres sacar el short? —preguntó acercándose al lugar donde estaba repartido el arroz.

Lo pensé unos segundos y asentí, separándome y desabrochándome el short.

Mientras más comodidad, mejor.

Terminé y lo doblé para dejarlo en el brazo de la silla de Luis.

Me volví a acercar a Lucas y tomé su mano.

—Ven —me guio hasta el arroz —. Recuerda la palabra de seguridad si es insoportable el dolor, pero evalúalo bien, porque quizá al comienzo es tortuoso, pero luego no. O quizá al revés.

Respiré hondo y asentí.

—Sí, señor.

—No está mal tener un límite, stellina —agregó Luis con una sonrisa tranquilizadora, aunque todo su cuerpo exudaba poder y dominación.

—¿Palabra segura? —preguntó finalmente Lucas.

—Inefable, señor —contesté, dejándome llevar por los sentimientos.

—Perfecto, vita. Ahora sí, párate encima del arroz —ordenó todavía sosteniéndome la mano.

Obedecí y me metí a la burbuja de arroces.

—Ahora arrodíllate —ordenó de nuevo y respiré profundo mientras lo hacía.

Sentí como cada arroz se clavaba en mis pantorrillas y la planta de mis pies, pero no fue insoportable. Era doloroso, sí, pero no muy como para gritar o llorar.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora