Capitulo XLII

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Moví la pierna con ansiedad.

—Cálmate. Siempre apruebas todo, ¿Por qué no aprobarías esto? —preguntó Alexandra con su nota ya recibida.

Ella ya sabía que había desaprobado y no tenía problema.

Cómo quisiera ser ella.

Estábamos en biología y estaban entregando las pruebas, la cual sentía que no había estudiado mucho y tenía terror.

—No sabía nada, voy a desaprobar. Me voy a llevar la materia. Voy a ser un fracaso. Voy a ser una vergüenza. Voy a...

—¡Alto ahí, ansiedad! ¡Relájate! No desaprobarás, y si desapruebas, no pasará nada. Desaprobarás una prueba y ya. No serás un fracaso, no te llevarás la materia ni serás una vergüenza. Respira y deja de pen...

—¡Elizabeth Meyer! —llamó la profesora.

Sentí como todo se movía en cámara lenta y me paré, sintiendo las piernas temblorosas.

Respiré entrecortadamente y me acerqué al banco de profesora. Intenté leer su expresión, pero no la entendía.

Mierda.

Me entregó el examen cuando estuve al lado mientras me daba una mirada compasiva.

—¿Qué pasó ahí, Beth? Estás más dispersa. No afectará a tu promedio, pero estudia para el trabajo práctico de la semana que viene. —No. No, no, no, no.

Asentí con una expresión avergonzada y me alejé un poco del banco para que se acercara el siguiente en la lista.

Me acerqué lentamente el examen a los ojos y pude apreciar como todo estaba en rosa. Todo estaba corregido.

Y ahí vi la nota.

Cerré los ojos con fuerza y sentí las piernas temblorosas. Me acerqué a mi banco para sentarme mientras seguía pensando en la nota.

Sabía que tendría que haber estudiado más. Lo sabía y no lo hice. ¿Por qué soy tan irresponsable? ¿Qué me cuesta poner el culo en la silla y estudiar? ¿Tan imbécil soy que no sé cuándo debo estudiar? ¿Tan inútil soy que no puedo estudiar en lugar de distraerme?

Soy un fracaso. No sirvo. ¿Cómo voy a desaprobar?

Una presión en el pecho se hizo presente y me apoyé en la silla, tomando aire, cosa que estaba siendo difícil.

—¿Y, Beth? ¿Cuánto te sacaste? —Enfoqué mi vista en Alexandra.

—Un seis —murmuré en un trance.

Escuchaba un pitido en mis oídos y una presión molesta que no me dejaba respirar.

—¡Está perfecto! No te baja el promedio, Beth. Está bien, te esforzarte y es lo que salió —me animó abrazándome.

Pestañé y la rodeé con mis brazos, devolviéndole el abrazo torpemente.

Se separó luego de unos segundos y me miró.

—¿Estás bien? —preguntó preocupada al no recibir ningún tipo de respuesta.

Levanté la mirada y sonreí asintiendo.

—Claro —afirmé tensa.

—¿Segura? —Asentí con la cabeza y antes de que pueda decir algo, tocó el timbre.

—¿Vamos al baño? —preguntó Tiana a todo el grupo de amigas.

Nos conservamos desde primaria con algunas chicas nuevas y siempre íbamos de un lado a otro juntas.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora