Capítulo XXXIX

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Ayer me había quedado dormida con los hermanos y cuando desperté, supe que era hora de volver a casa. Sigo teniendo familia, casa y mascotas, no todo son novios.

Había podido convencer a los chicos de que me dejen ir a la escuela hoy, asegurando de que ya me sentía bien y tenía mucha energía acumulada. Requirió mucho esfuerzo, pero con besos y abrazos, los pude convencer a los cinco.

Ahora estaba por salir de la escuela hacia mi casa, donde me cambiaría, estaría un poco con mi hermana y luego iría a clases particulares. Después de eso, alguno de los chicos me pasaría a buscar y dejarían a mi hermana en casa para ir al doctor, a buscar los análisis y corroborar que esté completamente sana.

Si bien ayer ya me había calmado, hoy estaba nuevamente nerviosa, así que hice lo mejor que pude hacer.

¿Meditar, comer y enfocarte en ti misma?

Eso no suena a algo que haría yo a voluntad propia.

Sí, yo también lo pensé.

Estuve toda la mañana prestando atención a clases y de no haber sido por los hermanos, que me regañaron y me compraron algo para desayunar, podía seguir sin comer hasta dios sabe cuando.

También me advirtieron que, si no llegaba a almorzar, habría consecuencias. Y no soy tan masoquista como para querer otro castigo a menos de veinticuatro horas del último.

Igual tenemos el culo sano...

Así que pensé que apenas llegaba del colegio, almorzaba algo rápido mientras me cambiaba y luego iba a clases particulares.

Todo sería más fácil si no tendría que hacer las necesidades humanas básicas.

Suspiré y continué el ejercicio de matemática, centrándome tanto que olvidé la hora hasta que tocó el timbre.

Guardé todo rápidamente y bajando las escaleras, tuve visión al aula de Luis, Lis y Lucas.

Justo, vi a Lis sacándole punta al lápiz en el tacho y le sonreí, tirándole un beso con la mano y siguiendo bajando.

Escuché mi móvil sonar, pero estaba apurada dirigiéndome al auto de mi padre.

Ya en el coche, saludé a mi padre y le conté sobre mi día, aunque no pasó nada interesante.

Aún.

Le contesté a los hermanos antes de que se desesperen y llegué a casa.

Despedí a mi padre y entré a mi casa.

Me hice unos sándwiches, y me cambié con música a todo volumen.

Hablé con mi hermana mientras comía, quien también iba a clases particulares conmigo y cuando se hizo la hora, caminamos hasta llegar.

Me preparé mentalmente para las dos horas seguidas y luego los resultados de los análisis.

***

Salí de clases dando brinquitos.

Desde la mañana no veía a los chicos y ya los extrañaba.

Tenía a mi hermana adelante, así que por ella estaba tranquila que llegaría al auto sin olvidarme de ella.

Ella llegó a la camioneta de los chicos antes que yo y se subió. Adelanté mi caminata y subí al lado de ella.

—Holaaa —saludé contenta.

Si yo siguiera tus cambios de humor, la historia sería otra.

—Hola, amor —saludó Leo que estaba en el asiento de adelante.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora