Capitulo XLV

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Sentí un movimiento repetitivo y luego un sollozo que me hizo despertar.

Me espabilé rápidamente y noté a Luis moviendo la cabeza transpirando y con cara de sufrimiento.

Sentí como mi corazón se dañaba un poco.

—¡Luis! —llamé tomándolo de los hombros, pero no se quedaba quieto.

Pensé rápido que podía hacer. Las paredes estaban insonorizadas y la puerta era la única opción para que me escuche alguien que sepa que hacer, pero estaba cerrada y no quería dejar solo a Luis.

—¡Luis, cariño! ¡Despierta! ¡Es una pesadilla! —le seguí diciendo mientras buscaba algún celular cerca.

Cuando encontré el suyo, no dudé en estirar la mano para tomarlo sin sacar la otra del hombro de Luis.

Busqué rápido el contacto de algunos de sus hermanos y encontré el de Leo primero.

Llamé apresurada sin dejar de sacudir el cuerpo de Luis para que se despierte.

Él seguía moviendo la cabeza e un lado a otro y ya se deslizaban lágrimas por sus sienes.

—¿Luis? —contestó Leo luego de dos tonos.

—¡Soy yo! Luis está teniendo una pesadilla y no lo puedo despertar —informé con mi voz totalmente preocupada.

Se escuchó movimiento del otro lado.

—Voy. Sigue intentando despertarlo, háblale —indicó antes de cortar la llamada.

Seguí sus órdenes moviendo sus hombros.

Finalmente, abrió los ojos justo cuando se abrió la puerta.

Me vio un segundo inmóvil hasta que noté que no me estaba mirando a mí, sino que estaba procesando todo.

Me percaté de los temblores de su cuerpo y la respiración agitada.

En ese momento, vi a Leo sentarse en la cama y tocar sus brazos.

—Luis, hermano, estás en casa. No estamos en Italia. Somos tus hermanos y papá y mamás están durmiendo en las otras habitaciones. Respira —le dijo Leo tomando sus hombros y logrando que se siente.

—Me... Estaba... —intentó hablar, pero se tomó el pecho rápidamente.

No podía respirar.

Lucas se sentó del otro lado y le tocó la espalda.

Me alejé un poco para que tengan más movimiento y salí de la cama.

—Inhala y exhala. Eso. Más lento —siguió ayudando Lucas con calma.

Lis y Lau estaban parados frente a la cama. Lau mirando a Luis con preocupación y Lis atento.

—¿Llamo a papá o a madres? —preguntó rápidamente.

—Espera unos minutos. Si no se calma, sí —respondió Leo sin perder de vista a Luis.

Él se había destapado del calor y ahora estaba intentando respirar con lágrimas todavía cayendo.

—Me... Me at... ataron y-y... —tartamudeó meciéndose en la cama.

Leo lo abrazó con un brazo.

—Lo sé, hermano. Lo sé, pero está Elizabeth —murmuró en su oído.

Evalué un segundo la situación.

—¿Es mejor si me voy? —pregunté sin saber qué hacer.

Lau me miró un segundo y luego miró a Leo, quien presionó los labios.

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