Capitulo LXII

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*Denle la bienvenida al último capítulo. Dejen sus reacciones en comentarios que voy a estar leyendo 💗. Ahora sí, disfruten.*

Elizabeth: ¿Todo bien? ¿Están vivos?

Fruncí el ceño al ver que pasaban los minutos y no contestaban. Eran las siete de la tarde del domingo luego de mi fiesta y no había tenido noticias de los chicos desde que nos despedimos en la salida del salón.

Elizabeth: ¿Voy?

Esperé unos minutos más, pero corrí la misma suerte.

Salí de mi cuarto y entré al de mis padres luego de tocar.

Me recibió la ventana abierta, mostrando el cielo nublado, a punto de llover. Algunos truenos se oían a lo lejos.

—¿Saben algo de los Giordano? —les pregunté cuando pausaron la película.

—El último mensaje que recibí fue a las seis de Keyla diciéndome que disfrutaron todo y estuvo genial —dijo mamá y papá asintió.

—No me contestan y siempre contestan rápido —murmuré.

—A lo mejor siguen dormidos —sugirió papá y negué, teniendo un mal presentimiento en mi nuca.

—Se conectaron todos a partir de las tres de la tarde —respondí.

Me miraron presionando los labios.

—Ve a verlos. Por si las dudas. Pero toca la puerta y pregunta si no estás en mal momento —instruyó papá y asentí.

—Les aviso cuando sepa —aseguré y salí de su cuarto.

Bajé las escaleras y salí de la casa con solo mi móvil.

Toqué la puerta de la familia y esperé unos minutos.

Fruncí el ceño cuando se extendió y finalmente se abrió. Por el umbral, apareció Keyla con ojeras y los ojos hinchados.

—¿Está todo bien? —pregunté sin saludar al ver su aspecto.

Seguía con el pijama y tenía un moño mal hecho en la cabeza. Era todo lo contrario al orden que siempre mantenía.

Me miró con una mirada hundida y pesada.

—Pasa —indicó en su lugar.

Le dediqué una mirada confundida. Cuando pasé, noté que las luces estaban apagadas y la única luz que había era la que entraba por la ventana.

—¿Seguían durmiendo? —Negó con la cabeza pasando el pasillo.

—Al mediodía nos despertamos —se limitó a responder esquivando mi mirada.

Me paré frente a ella dejando mi mano en su hombro.

—¿Estás bien? —le pregunté lentamente y presencié como sus ojos se aguaban.

La atraje a un abrazo, que ella aceptó, pero no la oí llorar.

—¿Qué pasó? —inquirí luego de unos minutos.

Se separó y se pasó las manos por debajo de los ojos.

—No queremos arruinar tu fin de semana luego de tu fiesta, Beth —murmuró y la miré seria.

—Prefiero que me lo digan ahora y arruinen mi fin de semana a que se guarden hasta la semana —contesté mirándola.

Ella tomó una respiración profunda y me miró a los ojos.

—Los chicos te explicarán —comentó dirigiéndose a las escaleras.

—¿Están despiertos? No me respondieron ningún mensaje —le dije.

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