Capítulo XXXV

833 43 0
                                    

Acaricié el pecho que tenía debajo cuando desperté.

El murmullo que escuchaba se detuvo y sentí un beso en mi cabeza.

—Hola, mi amor —saludó Leo divertido.

Yo respondí con un ruido de la garganta y abrí un poco los ojos, encontrándome con los dos chicos sin ropa de la cintura para arriba.

Jesusito, buen día.

Jadeé al notar los abdominales definidos en ambos y pasé la mano por los dos estómagos.

Provoqué el resoplido de los chicos y sonreí al sentir el poder en mis manos.

—Elizabeth, si no paras, no será un impedimento que estés enferma —advirtió Leo con voz ronca.

—¿Quién dijo que quería que haya un impedimento? —pregunté haciéndome la tonta y Leo soltó un gemido ronco cuando bajé un poco más mi mano y la volví a subir.

Amore, quiero lo mismo que quieres tú en este momento, pero espera que todavía no es el momento. Además, estás enferma y se supone que, si podemos hacer esto, te podemos castigar —explicó Leo y yo solté un quejido, pero retiré las manos cuando supe que tenía razón.

—Está bien. Lo siento —murmuré con las mejillas rojas al darme cuenta que recién me despertaba y ya había hecho algo importante.

Leo tomó mi mentón y dejó un suave beso en mis labios.

—Ni lo pienses, no tienes que disculparte. Fue lo más cerca que estuve del paraíso mientras me acariciabas —habló Lau con voz oscura y sentí como el sonrojo avanzaba por mi rostro y cuello.

Solté una risa al ver las tiendas de campaña en sus pantalones.

—Se nota —susurré, pero no tan bajo para que me escucharan y recibir un pellizco por parte de los dos —. Auch.

Me recosté en el estómago de Leo y busqué la mano de Lau. Cuando la encontré, me distraje con ella.

—¿Qué hora es? —pregunté al sentir el vacío en mi estómago.

—Las cinco de la tarde, ¿Por qué?

—Tengo hambre —admití bajito.

Lau sonrió inmensamente y tomó su celular.

—¿Qué quieres? —preguntó animado y yo sonreí al notar su felicidad.

—¿Qué pasa? —pregunté antes de responder.

—Es la primera vez que nos dices algo que quieres y que te podemos complacer —explicó como un niño pequeño.

Sentí mis ojos cristalizarse y sonreí con ternura.

—Eres un amor, precioso —le dije con honestidad y noté como se sonrojó.

Me guardé mi chillido, pero sentí como mi corazón se calentaba.

—Tú también eres un amor, amor —aseguré a Leo cuando deslicé mi mirada de Lau a él.

Este correspondió con una sonrisa de lado.

—Gracias, amore mio —susurró.

—Entonces, ¿Qué quieres? —preguntó Lau ya más calmado.

—¿Puede ser una ensalada de fruta? ¿Tienen frutas? Si no, cualquier otra cosa —murmuré rápidamente al verlo escribiendo.

Cuando terminó, dejó su móvil a un lado y sonrió.

—Una ensalada de frutas marchando para mi bonita —anunció Lau.

—Gracias —le dije con una sonrisa y él me guiño un ojo.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora