Capitulo IX

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 Moví las caderas al ritmo de "Acuérdate de mí" de Morat mientras la cantaba a todo pulmón.

No se canta, se siente.

Estaba en proceso de cambiarme para ir al gimnasio, pero si escuchaba canciones, mayormente en vez de cambiarme iba a cantar.

Habían pasado dos semanas desde... la siesta con Lucas y Lis. No nos habíamos vuelto a ver fuera de la escuela y no me vendría mal sacarlos un poco de quicio.

Terminé de arreglarme el pelo recogido y salí del baño.

Corroboré la hora y me pareció raro que no me estén...

—Si no bajas en el próximo minuto, Elizabeth Meyer, te juro que tendrás que ir a pie.  —Escuché el grito de mi adorada madre desde la escalera.

Me parece que me tendría que apurar.

Opino lo mismo.

Tiré el uniforme por algún lado de mi cuarto y tomé la mochila que usaba para el gimnasio. Fui revisando que no faltará nada con una mano y con la otra me ponía desodorante.

Chocarte con los chicos es lo mínimo que va a provocar que bajes las escaleras así.

Terminé de bajar las escaleras sin matarme y con todas las tareas con un tilde al lado.

—Ya estoy, ya estoy. Vamos —dije mientras agarraba la campera.

—Estabas a punto de quedarte sin ir, Elizabeth —me advirtió mi mamá mientras cerraba la puerta después de que haya pasado yo.

—Me distraje cantando, la próxima estoy lista media hora antes. —¿A quién engaño? Voy a tardar lo mismo que recién.

Viajamos en coche hasta el club donde hacíamos nuestras actividades. Hace años venía a este club y era como uno de mis hogares ya. Aquí pasé casi todos los veranos de mi vida, hice natación, vóley y muchísimas cosas más que seguramente no recuerde ni la mitad. 

Entré al club saludando a la portera y caminando para el gimnasio, me crucé con mi padre.

—Hola, papá ¿Todo bien? —pregunté, esperando una respuesta rápida para ir al gimnasio.

—Hola, mi cielo. Todo bien por aquí, ¿Y tú? —contestó despegando la mirada del móvil.

Milagro.

—Bien, apurada porque si no no llego a conseguir máquinas. Nos vemos, pa —me despedí y salí trotando.

—Después ven a la oficina que debo contarte algo. —Levanté el pulgar demostrando que lo había escuchado y caminé unos metros más para el gimnasio.

Mi padre influía bastante en la administración del club y por eso estaba la mayoría del tiempo aquí. Con todos los años que habíamos pasado aquí, tarde o temprano entraría a ese sector.

Entré al gimnasio y me centré, poniendo mis problemas como motivación.

—Hola, Ana —saludé a la portera y como ya me conocía me dejó pasar directo.

Estuve una hora metida allí. Inicié con la caminadora saludando a los que pasaban. 

Luego de un año ya conozco a la mayoría que vienen diariamente. La cantidad de conversaciones que habían surgido en los momentos de descansos con las personas eran infinitas. Y si bien algunas veces solo quería terminar e irme, siempre salí animada de allí.

Menos los días... oscuros.

Suspiré cuando terminé de estirar los músculos y me dirigí a la zona de mochilas y bolsos luego de saludar a algunos conocidos. Tomé de mi botella y me giré para ver el atardecer, pero me encontré con un cuerpo.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora