Capitulo XXV

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—Este es para ti. Este otro para ti. Desgraciadamente te compré a ti también... —Lau dejó un pellizcó en mi brazo por eso, pero yo le sonreí orgullosa por mi descaro.

Estábamos en su casa luego de dos semanas de la salida con su familia. Nos habíamos juntado de a poco hasta que coincidimos todos en el cuarto de Leo.

Yo había pasado por una tienda y no pude evitar comprar algo para los hermanos.

Lo que pasa es que entre cosa y cosa había comprado como diez chocolates, veinte chupetines, caramelos y gomitas hasta que pensé que era suficiente.

Estoy satisfecha con mi regalo.

—Gracias, amor —me agradeció Leo cuando terminé de entregar todos y yo le sonreí.

—No es nada, simplemente quería regalarles algo por el primer mes juntos... —expliqué a la vez que me sentaba en el regazo de Lis, quien me recibió con los brazos abiertos y un beso en el cuello.

—Nosotros no te compramos nada. Lo sentimos mucho, stellina —se disculpó Luis en nombre de todos y yo le resté importancia con la mano.

—Si no me hubiese cruzado esa tienda con dinero en los bolsillos me habría olvidado. Está todo bien —dije y besé la mejilla de Lis que tenía expresión triste —. En serio, Lis. Olvídalo.

—Pero ahora quiero regalarte algo —protestó y yo reí por su puchero.

—Ya con todas las veces que me quedé a comer o por las cosas que me compraron está bien —insistí, pero al ver que no lograba convencerlo pensé en algo.

Realmente no era el tipo de personas que compraban algo cuando cumplía un aniversario con alguien, así que era mera casualidad que haya caído justo en nuestro primer mes.

—Un regalo puede ser que me dejes acomodarme en tu pecho a la vez que dejas caricias en mi abdomen —murmuré mientras levantaba la ceja en forma coqueta.

Lis re rio apretujándome.

—Eso no es un regalo, es un hábito —me corrigió dejando besos en mi cuello.

Yo me dejé hacer con la cabeza echada sobre su hombro.

Estaba con una remera de tirantes, así que siguió bajando hasta un poco más abajo de mi hombro y luego volvió a subir, produciendo escalofríos en mí.

Leo soltó una risa al verme perdida y Lucas levantó su mirada del libro para verme, esbozar una sonrisita y volver al libro, pero sé que su atención ya no estaba allí.

Lau miraba atentamente todo y cuando hizo contacto visual con Lis, no sé qué le dijo, pero de un momento a otro tenía la mano de Lau en el muslo y los labios de Lis en mi cuello.

Dejé salir un jadeo y Leo seguía mirándome, ahora con los ojos oscurecidos.

—Eres jodidamente caliente —susurró Luis mientras yo me sonrojaba.

Entonces sonó la alarma y supe que debíamos empezar a prepararnos para ir al club a hacer nuestras actividades.

Solté un quejido y Lis y Lau otro.

—El día que no tengamos algo que hacer o que nos detenga, te dejaré sin caminar por días —prometió Lau y yo me sonrojé fuertemente a la vez que una corriente recorría todo mi cuerpo hasta mi vientre bajo.

—Dios —suspiré y me incorporé contra toda mi voluntad.

—Ve a cambiarte antes que necesite el baño y te saque a rastras —indicó Leo y yo asentí, tomando mis cosas y yendo al baño.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora