Capitulo VII

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—¿Y aceptaste? No lo puedo creer —dijo Ricky con una sonrisa.

Estábamos terminando el último recreo y empezaríamos la última hora. Estábamos a jueves, terminando la semana y yo recién le podía decir a Richard lo que había pasado sin estar en shock o quedarme pensando alguna otra cosa.

El domingo habíamos terminado la charla entre chistes y un nuevo horario. Creamos un grupo para chatear. Quizás un poco para comprobar que cumplía el horario, pero detalles.

Al volver a mi casa mis padres habían preguntado en qué me había demorado tanto, ya que eran como las siete de la tarde cuando volví, pero les dijo que me distraje hablando con toda la familia. Lo bueno que sean once integrantes era que hablar con cada uno es una excusa si siguen preguntando.

Y yo creo que si sus madres no hubieran bajado con sus hermanos hubiésemos seguido hablando hasta cenar. Conocieron mi vida y yo las de ellos, y no me desagradaba.

—Pero volviendo al tema, si algo te incomoda lo dirás, ¿No es así? —me pregunta preocupado. Puede aparentar ser un imbécil, pero es un algodón de azúcar por dentro.

—Sí, tú quédate tranquilo que les diré cualquier cosa que pase. A ellos y a ti —respondí asintiendo.

Tocó el timbre y yo me mentalicé para otra hora más de tortura cuando me sonó el móvil advirtiendo un nuevo mensaje.

Mamá: Hoy tu hermana tiene médico y no tienes quien te lleve a casa. Le preguntamos a tu abuelo y no puede, igual que tu padre y tu padrino. La última opción es que te lleven los vecinos y esperar que yo salga del trabajo, porque tampoco tienes llaves.

¿Y ahora hace falta decirme? ¿Una hora antes?

Yo: Entonces, ¿Me llevan los hermanos a su casa?

Mamá: Y Amara con el coche.

Sería divertido.

***

Terminé la última hora que me quedaba y salí del salón para ir a la salida de la escuela con el celular intentando llamar a alguno de los hermanos, pero no me funcionaba.

—Teléfono tonto, el día que funciones jodidamente bien, iré a Europa y caminar...

—Esa boca tan elegante algún día le saldrá una mosca por tal suciedad.

—Iugh, me lo imaginé —dije mientras hacía una mueca de asco y luego solté una risa y giré.

Allí estaban los dos mayores viéndome pelear contra el móvil que guardé en mi bolsillo cuando supe que no lo necesitaría.

—Tengo derecho a libre expresión —reclamo con una sonrisa a la vez que me acerco a saludarlos.

—Y yo a no traumarme por tus groserías —debate Lau

—Son groserías de princesa —digo para luego saludarlos a cada uno con un beso en la mejilla.

—Buenas tardes, bonita —saluda Lau ahora sí como persona normal.

—Buenas tardes, bonito —lo saludo con el beso en la mejilla.

—Buenas tardes, amor —pronuncia Leo, quien fue el del comentario inicial.

Yo me sonrojé, pero igual le devolví el saludo.

—Buenas tardes, mandón —Y luego del beso en la mejilla le saqué la lengua y él se pellizcó el puente de la nariz. Cosa que me hizo reír.

—Si no me informaron mal, hoy debemos dejarte en tu palacio con nuestro carruaje, princesa —exagera Lau con un toque de elegancia.

¿Un toque solamente?

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora