Capitulo XXXIV

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Solté un quejido cuando abrí los ojos y lo primero que percibí fueron las punzadas en mi cabeza. Solo que el quejido fue interrumpido al sentir las náuseas llegar. Rápidamente me llevé la mano a la boca para impedir que salga en la cama.

Sabía que ese chocolate estaba rancio.

Me incorporé rápidamente de la cama, pero me encontré con que estaba enredada entre las extremidades de Lau y Lucas.

Mierda, les voy a vomitar encima.

Lucas despertó al percatarse del movimiento y cuando vio mi mirada de desesperación y mi mano en mi boca, le pegó una cachetada a Lau que hizo que se despierte desorientado y se aleje de donde estaba pegado.

No llegué a verlo más cuando corrí hacia el baño de Lucas y me arrodillé delante del inodoro, dejando salir todo.

Sentí como unas manos sostenían mi pelo y otras acariciaban mi espalda. Algunas lágrimas saltaron por el esfuerzo y por la horrible sensación.

Odio vomitar.

Cuando terminé, me apoyé en el pecho que tenía atrás y dejé salir un sollozo al sentir la cabeza palpitar.

Me quiero morir.

Lau tiró la cadena mientras Lucas me daba vuelta y me hacía enfocar mi mirada en sus hermosos ojos grises.

Me dejé hacer intentando no cerrar los ojos por el dolor de mi cabeza y mi cuerpo exigiendo descansar.

—¿Estás bien, bonita? —preguntó Lau cuidadosamente al lado de Lucas.

—Me duele mucho la cabeza. Y el cuerpo. Y todo —expliqué con una mueca.

Maldición, ¿En qué momento consideré en comer ese chocolate?

—¿Sabes qué te provocó eso? —inquirió Lucas frotando mi brazo con delicadeza.

—Comí un chocolate que no tenía la gran pinta —murmuré asqueada.

Los chicos asintieron con compresión y me ayudaron a pararme para lavarme los dientes y volver a la cama.

Una vez que me acosté, Lucas me ofreció una pastilla con una botella de agua y yo me la tomé sin pensarlo dos veces.

Lau se acostó y me atrajo a su pecho, rodeándome con sus brazos y acariciando mi cintura.

Dejé caer mi cabeza en él y cerré los ojos, en busca de calmar mi dolor.

—Para este tipo de cosas no soy masoquista —me quejé en voz baja.

Para agregarle más mierda a la situación, no tenía voz y me dolían los músculos por haber vuelto ayer del campamento.

Los chicos rieron por mi comentario y Lucas dejó un beso en mi mejilla luego de apagar la luz y acostarse.

—Intenta dormir, caro. La pastilla ya hará efecto —murmuró Lucas en voz baja y yo asentí, enterrando mi cabeza en su cuello y presionándome contra el pecho de Lau.

—¿Caro? —pregunté adormecida.

—Cariño en italiano —respondió Lucas mirándome con aquellos ojos grises suyos brillando.

Apoyé mi cabeza en su cuello y cerré los ojos.

—Dulces sueños, bonita.

***

Entrecerré los ojos y suspiré al notar que mi cuerpo sigue doliendo igual que a la madrugada.

Seguía en la habitación de Lucas y estaba bastante oscura, pero se infiltrada luz por una ranura de la ventana.

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