Capitulo XXVIII

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—Vete —escuché como mi mamá me hablaba preocupada.

—Tengo que estudiar —murmuré y seguí leyendo el libro de biología sin darle atención a mi madre.

—Elizabeth, no es necesario...

—Sí, lo es.

Eran las cuatro de la tarde y yo estaba estudiando desde las siete, cuando papá me había despertado ordenando que debía estudiar.

Luego de la pelea de anoche, solo podía pensar que me sacaba ochos como si fueran dieces cuando realmente estaba mal.

Tengo que llegar mínimo al nueve, o sino fracasaré.

Sacudí la cabeza y me centré en la lectura.

Estuve unos minutos más hasta que sentí como mi madre cerraba la puerta.

Me giré confundida y me encontré con dos de los chicos.

Para ser exactas, Luis y Lucas.

Miré rápidamente a mi madre y ella me dedicó una mirada de disculpa para luego darles unas llaves a los chicos, dejar un beso en mi cabeza, ignorando mi cara de traición e irse hacia su habitación.

Abrí la boca para excusarme y seguir estudiando, pero Lucas se me adelantó.

—Vamos a casa, vita —pidió con voz suave.

Negué con la cabeza, pensando en lo que me faltaba estudiar.

Realmente ya tenía todo estudiado, pero debía repasar, no me podía sacar otro ocho.

Stellina, ¿Recuerdas lo que te dijimos cuando nos dejaste mejorar tus horarios? —Negué con la cabeza mientras el caos en ella me causaba jaqueca —Te dijimos que nos dejes hacernos cargo de ti, que nos dejes entrar en tu vida y que confíes en nosotros.

—¿Vamos a casa, vita? —preguntó Lucas con una mano extendida.

Dudé unos segundos, mirando indecisa los libros sobre la mesa y la mano de Lucas.

Desvié mi mirada a los ojos de Lucas y encontré suficiente seguridad para ceder y tomar su mano.

Él me mostró una sonrisa suave mientras tiraba de mi para incorporarme. Dejé de observarlo cuando sentí el mareo llegar. Puntos negros tiñeron mi visión, sentí cosquilleos en mis manos y pies y sentí mis piernas temblar.

Entre que me dormí a la una de la madrugada y me levanté a las siete más que no comí ni tomé nada en todo el día, lo mínimo que iba a pasar es que me marease.

Duró un par de minutos hasta que pude enfocar la mirada y vi el rostro de Lucas concentrado en el mío. Estaba revisando mi cara con dos dedos en mi mentón mientras yo estaba sentada nuevamente.

No recordaba haberme sentado.

—¿Estás con nosotros, vita? —preguntó el más cercano a mí y yo intenté asentir, pero cuando me percaté que no podía por el agarre del mismo, murmuré un bajo.

—¿Comiste? —Miré a Luis para que encontrara la respuesta en mi cara, la cual la sentía medio pálida.

Lucas me soltó para tomar su móvil del bolsillo trasero de sus pantalones, escribir algo y volver a guardarlo.

—¿Te gusta la ensalada de fruta, preciosa? —Iba a protestar, pero no tenía ganas de hacerles la vida difícil, así que simplemente asentí.

Lucas me mostró una sonrisa de agradecimiento.

—Ven —murmuró y me hizo pararme para hacerme upa. Automáticamente enrollé mis piernas en su cuerpo y mis brazos en su cuello. Él me sostuvo de las piernas.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora