Capitulo LIII

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Me desperté repentinamente por el golpe en la puerta.

—¡Elizabeth, en diez salen! ¡Apúrate! —chilló mamá del otro lado de la puerta.

Vi la hora y... eran las seis cincuenta.

Carajo.

Me levanté rápido sin abrir los ojos y caminé hasta el baño ignorando que seguramente me marearía. Cuando vi el gran grano rojo, me terminé de despertar.

—Joder —espeté acercándome al espejo para verlo.

Todavía no lo podía explotar, pero se veía a kilómetros.

Respiré hondo y me calmé. Paz.

Me cambié haciendo mis necesidades con una velocidad de pocas veces, pero paré cuando vi mi ropa interior manchada.

Mucho intento por hoy. A dormir.

Suspiré y me cambié por las bragas que tengo de emergencia en el mueble al lado del inodoro. Con una toallita, por supuesto.

Me incorporé del inodoro con un humor de pocos y mientras me lavaba las manos, me vi el cabello.

Hice una respiración profunda para evitar llorar de frustración y aún más cuando sentí una puntada en los ovarios.

Tenía el cabello todo frisado y despeinado.

—¡Maldita sea! —gruñí y decidí hacerle más tarde una trenza.

Deshice todo pensamiento negativo y terminé de lavarme los dientes.

Bajé las escaleras con los cordones desatados —me podría haber matado —y cuando llegué abajo, tomé la mochila.

—Vamos —anuncié saliendo de la puerta ya abierta.

Me subí al auto y papá comenzó a manejar a la escuela. Quise ver la hora del celular y lo busqué en el bolsillo de la mochila.

Solo que en el bolsillo había paquetes de chicles vacíos y algún que otro billete.

Maldiciendo, busqué en el grande y corrí la misma suerte, solo que también había libros y hojas.

Dejé caer la cabeza en el asiento, sintiendo mi interior bullir.

Llegamos a la escuela.

—Pa, me olvidé el teléfono. Si pasas por casa, ¿Me lo podrías traer? —pregunté lista para bajar.

—Claro. Quizá en un rato te lo trae mamá —respondió mirándose en el espejo.

—Okey, gracias. Nos vemos. —Me bajé del auto y entré justo al colegio cuando estaban cerrando.

Pasé por el pasillo y llegué a dónde se formaban todos. Pero no me dejaron pasar porque ya estaban todos formados.

Dios.

Levantaron la bandera, cantaron una canción y finalmente subieron por cursos.

Primero, pasó sexto y atrás quinto. Allí, vi a Leo y Lau, quienes giraron la cabeza y me vieron apoyada en la pared con la peor cara.

Fruncieron las cejas, pero yo negué con la cabeza. No tuvieron más opción que seguir.

Luego, pasó cuarto y me encontré con Luis, Lucas y Lis. Luis iba del lado de la baranda, así que apenas me vio, preguntó.

—¿Elizabeth? —Hice una seña para que no se preocupara y que después les contaba.

Pasó mi curso y vi a Katie hablando con Sara. Me vio en la pared apoyada y cuando pensé que me preguntaría, me ignoró y siguió subiendo las escaleras.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora