—¿Qué nos falta? —preguntó mamá.
—Mis velas —respondió papá.
—Mis aros, collar y también velas —respondí yo.
Estábamos caminando por la ciudad en busca de las cosas que nos faltaban para los dos cumpleaños. Mi padre cumpliría este sábado —era miércoles —y yo el sábado que viene.
Al final, Mara y papá habían organizado todo en un restaurante de unos amigos. La familia recibiría algunos familiares de Italia y nosotros invitaríamos a la nuestra más nuestros amigos.
Luego de contarlos, eran alrededor de setenta invitados.
Dios.
Acababa de comprar los tacos para mi fiesta y la tiara, o sea que no faltaba mucho en la lista.
Suspiré cuando sentí que alguien me pisaba y otro me empujaba el hombro.
Detestaba con todo mi corazón los espacios saturados de gente. Era odioso chocarte con alguien todo sudado, o que te empujen, o perder a tus acompañantes, como pasó cuando quede entre una maraña de cuerpos.
Mantuve la calma y seguí avanzando hasta que salí de la muchedumbre.
—¡...coincidencia! Empezaré a creer que nos persiguen. —Escuché a mamá hablando.
Di un tirón a las bolsas que se habían quedado entre las piernas de las personas y me paré al lado de mis padres lista para saludar a algún amigo e irnos.
Solo que no era algún amigo.
Enrojecí al sentir la mirada de todos sobre mí.
—¿La tienes complicada, Elizabeth? —preguntó Axel burlón y asentí exhausta.
—La gente y el calor es lo peor que alguien puede combinar —contesté quitándome los pelos de la cara.
—Cuando quieras puedes venir a la piscina, sigue limpia —invitó Mara y asentí.
—Juro que este viernes termino de rendir y me tienen de intrusa en la casa —aseguré y escuché la risa de los hermanos.
Mara y Axel se quedaron hablando con mis padres y sonreí al poder ponerle toda mi atención a los chicos.
—Hola, amores —saludé más despejada y Leo sonrió.
—¿Estás de malhumor, amore? —preguntó y asentí.
—Necesito dormir una semana, levantarme los dos sábados siguientes y luego seguir durmiendo —murmuré sintiendo como Lis se acomodaba detrás de mí.
Me apoyé en su pecho y él rodeó mi cintura.
—¿Qué tienes ahí? —preguntó intentando tomar las bolsas y las aferré a mí.
—Eso no. Son cosas de mi cumpleaños. —Mala idea decirlo, se les iluminó la mirada.
—Un pequeño vistazo no le hará mal a nadie —murmuró Lis intentando abrir un poco las bolsas.
Le cacheteé la mano.
—No. Será todo sorpresa. Aprendan a controlar la ansiedad —les dije y me miraron con una ceja enarcada.
Me reí inocentemente y vi a mi madre despedirse de Mara y Axel.
—Nos vemos luego —saludé dejando besos en sus labios.
Cuando terminé, saludé rápido a sus padres y seguí a mis padres.
Fui pensando en que venía navidad y tendría que pensar en los regalos de cada uno. No soy de los que regala una cosa al azar y ya está. Me gusta ser original, así que los pensaría bien.
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Inefable
RomanceElla era un desastre. Ellos eran cinco hermanos con una familia caótica. Ella era libros, ejercicio y estudios. Ellos eran calculadores, indiferentes y hermosos. Si se juntan los dos, ¿Qué surgiría? Muchas cosas, pero primero: El amor.