Capitulo LXI

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*Disfrutenn💗*

Escuché la ventana y chillé.

—¡Ves que te lo dije, mamá! —le dije al reconocer sus voces.

—¡Abre! —exclamó Luis.

—¡No! ¡Les dije que aprendan a controlar su frustración por no saber algo! —me quejé.

—¡Aquí la única que debe aprender a manejar su frustración eres tú! —masculló Lau y enrojecí.

—No tienes nada más allá que las cejas y el color de las uñas. —Se encogió de hombros mamá y la miré.

Suspiré.

—A las doce solamente para saludarme —cedí.

—A las doce no era una opción. Tirábamos la puerta abajo —murmuró Lucas, pero igual lo escuché.

—No son para nada pacientes —les dije.

—¿Está tu madre? —preguntó de repente Leo y fruncí el ceño.

—Sí, ¿Por qué?

—Entonces no digo lo que pensé.

Enrojecí.

—Váyanse —chillé.

—¿Eso fue una orden, muñeca?

—Me voy —anuncié y escuché el resoplido de los chicos.

—Bien. A las doce no pienses que venimos solo nosotros, también están nuestras mamás y papá. Y Liam y Levi. Así que no pienses que seremos los únicos en tirar la puerta abajo —advirtió y luego de escucharon los pasos de los cinco yéndose, dándose algún empujón que otro y riendo.

Suspiré y subí las escaleras.

Debía pintarme las uñas de los pies, terminar algunos detalles y estaría lista para mañana, cuando sería la fiesta.

Ya había la semana y había visto muy poco a los chicos, tan poco que parecían a punto de entrar a la demencia. Acababa de llegar de hacerme las uñas y el rostro y los chicos lo supieron al instante.

Desde ayer decidí no verlos más porque me hice las cejas y me retoqué los mochones rojos del pelo, cambiando un poco.

Así que desde ayer no me podían ver hasta la fiesta, teóricamente. Pero ya los conocía. Me verían hoy a las doce y mañana abrirán la puerta.

No tengo dudas

***

—Oh, dios. Me enamoré de nuevo —murmuró Lucas.

Me sonrojé y escuché la risa de los adultos.

—Estás preciosa, cielo. No espero a verte con el vestido —halagó Mara.

—Uy. —Miré la cara de los chicos y eran de confusión.

—Mamá —llamó Leo —. ¿Tú viste su vestido? —preguntó despacio y ella asintió extrañada.

La miré haciendo una mueca, pero ella me miró divertida.

—Me lo mostró a mí, a Keyla y a Luz —añadió.

—Oh, no.

—¡Faltan treinta segundos! —anunció Emily, salvándome.

Suspiré e, ignorando las caras de indignación de los chicos, levanté mi copa.

Faltaba menos de medio minuto para mi cumpleaños y no era broma que vendría toda la familia de los chicos, así que ahora estábamos todos repartidos en la cocina y en la sala de estar. Los padres de los chicos estaban en el sofá más mis padres. Mamá en el brazo del sofá y papá encontró un lugar luego de que Keyla se haya sentado arriba de Luz.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora