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Faltaban siete días para el cumpleaños de Guadalupe y las cosas habían empeorado en su casa en Rosario. Martina se sentía destrozada cada vez que su hermana lloraba al llamarla por las peleas en casa que eran cada vez más intensas, e incluso su madre había empujado a su hermana durante una discusión.

Con solo siete días por delante, sabía que no podía esperar ni un segundo más para solicitar la tutela de su hermana.

Después de una larga conversación con Brisa, esta última se rió de sus nervios y le aseguró que no tenía intención de separarse de ella todavía. Tras varias semanas de búsqueda, encontraron un apartamento mucho más grande que el anterior, con cuatro habitaciones. Martina iba a pagar más que su amiga, ya que una habitación era para ella, otra para su hermana y una tercera para su hija. Después de discutir mucho, Brisa acordó pagar la misma cantidad que antes, y la rubia cubriría el resto. Aunque sabía que el alquiler sería costoso, con su nuevo sueldo podía permitírselo.

La mudanza fue tediosa y agotadora para todas. Aunque Lourdes aparentó ayudar, la mayor parte del tiempo se limitó a abrir puertas y moverse sin hacer mucho. Sin embargo, Martina no podía quejarse después de que la sorprendiera amueblando por completo la habitación de Isabella, que quedó absolutamente preciosa. Pero después de la mudanza su novia tuvo que irse al viaje de negocios que tenia, la iba a extrañar pero se iban a mantener comunicadas siempre

Al entrar a su nueva casa se sorprendió por lo silenciosa que estaba. Estaba acostumbrada a que su hija estuviera siempre con ella o con Brisa, pero desde que la ojiverde había aparecido en su vida, había mucha más gente dispuesta a querer a la pequeña

Aprovechó esa tranquilidad para recoger algunas cosas y luego se sirvió una copa de vino, sentándose en el sofá con un libro para disfrutar del momento. Casi cuarenta minutos después, sonó el timbre y se levantó para abrir.

-¡Mami!- Martina se agachó para abrazar a su hija y luego la niña corrió hacia sus juguetes.

-Hola Gabi- saludó abrazando a la mujer. -Pasa- Gabriela sonrió y entró al apartamento. -¿Se porto bien?-

-Es un ángel- respondió siguiéndola hasta la cocina. -Se porto muy bien-

-Me alegro, gracias por cuidarla-

La mujer soltó una carcajada y aceptó la copa de vino que le ofrecía Martina. -No me tenes que agradecer nada, prácticamente te obligué a dejarme pasar un rato con ella-

Las dos mujeres se sentaron en el sofá mientras Isabella jugaba a unos metros de ellas.

-¿Como estás, mija?-preguntó poniendo una mano sobre la pierna de la rubia

Martina sonrió. -Hubo muchos cambios, este piso, el trabajo... pero estoy bien, muy bien-

-Lo que se merecen- asintió Gabriela -¿Y tu hermana?-

Martina suspiró y se apoyó en el respaldo del sofá. -La semana que viene entregaré los papeles, debería poder traerla hasta que un juez firme todo, porque con dieciséis tiene derecho a elegir, pero estoy muy nerviosa-

-¿Por tener que cuidar a una adolescente?-

-No, no, bueno... eso también. Pero por el enfrentamiento con mis padres, aunque me tranquiliza saber que ya no saben dónde vivo y Guada se lo tiene que decir al juez, pero no a ellos-

-¿Puedo hacer algo para ayudar?-

-Lu y Ari ya están ayudando, pero... sí, hay algo que puedes hacer.-

-Decime, lo que sea.-

-Espero no tener que ir a juicio, pero... vendrá un trabajador social aca para demostrar que estoy capacitada para cuidar a Guada y después, cuando tengamos la vista con el juez, puedo llevar cinco testigos. Me preguntaba si podrías...-

Estar con ella- MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora